27 de mayo de 2008

Piratas normandos en Galicia. Estuarios, caballos y en definitiva barcos.

Foto 1: Ruinas de las torres en Catoira.

Las denominadas Rías Bajas de la costa gallega son amplios estuarios, protegidos de las inclemencias del tempestuoso Océano Atlántico. Son delicados ecosistemas, ni marinos ni terrestres, en los que entran en íntima relación el mar, los ríos, los bosques y los humanizados campos. Y las nubes. Las nieblas marinas y las nubes cargadas de agua se condensan líquidas en las laderas boscosas asomadas a las Rías. Las lluvias se precipitan abundantes y las corrientes de agua que lamen la tierra, aportan nutrientes y marcan el nivel de salinidad que definirán todos los parámetros de la vida en aquellas aguas. Y en la tierra. Ya que esos pequeños mares son a su vez el pilar imprescindible, desde el principio de los tiempos, de la alimentación y por lo tanto del desarrollo de las sociedades humanas que habitan en sus orillas.
En las penínsulas montañosas que bordean las Rías existen unos caballos pequeños, de pezuñas duras, acostumbradas a las laderas quebradas y boscosas. Perfectamente adaptados al terreno y a defenderse del acoso de los lobos y la furia de las tormentas. Fueron desde antiguo muy valorados por su valor en el combate y ofrecieron a los naturales una ventaja definitiva para resistir en aquellos terrenos montaraces.
Todavía más al norte por el proceloso mar, existen otros estuarios más profundos, más angostos y fieros. Los fiordos. Allí vive también una raza de ponis muy similares, los fjords. Y no es casualidad ya que la geografía manda y ha hecho otros caballos similares allí donde las condiciones lo eran. Y de esas gargantas marinas, en las tinieblas de la Edad Media, surgió el grito de guerra de los últimos pueblos paganos de Europa. Hacia el siglo IX d.C. y por causas aún no bien definidas, los vikingos desbordaron sus costas y como una marea imparable cabalgando las olas en sus veloces barcos comenzaron a saquear las indefensas riberas de la Ruta del Oeste -la Vestvegr- sedientos de botín. El impacto fue impresionante, extendiendo el terror de modo tal que en muchas iglesias se rezaba “de la furia de los normandos, líbranos Señor”.
Al arribar a la tierra que las sagas -las tradiciones escritas de los navegantes nórdicos-, denominan el País de Far o Jakobsland, en referencia al faro romano de la Torre de Hércules o a la piadosa –y rica- Santiago de Compostela, estos violentos piratas invencibles encontrarían desde el primer momento no sólo caballos como los suyos sino también la horma de su zapato. No venían de nuevo los navegantes nórdicos por allí. Se sabe que ya unos siglos antes los piratas hérulos habían atacado estas costas, en las que curiosamente ya encontraron recién instalados a otros emigrantes de origen escandinavo: los vándalos, que llegaron por tierra y se asentaron hacia el 411 aliados con suevos y alanos. Reemplazaron en esa zona el dominio directo del Imperio Romano. Pero sólo el directo. El indirecto, perduraba en manos de la Iglesia Católica, heredera de la organización administrativa y militar romana, y seguía allí agazapado, en las iglesias y en los profundos recovecos mentales de la religión, para organizar, enfrentarse a todo poder foráneo y perdurar.
Ante la amenaza que representaban los vikingos, entre cuyos objetivos estaban monasterios y sedes obispales, pilar del dominio temporal de la Iglesia, en Galicia, los propios obispos no dudaron en ponerse a la cabeza de las huestes, empuñar la espada y levantar fortificaciones y murallas. La pieza principal del sistema defensivo fue el Castellum Honesti, construido a mediados del s.X en el fondo de la Ría de Arosa para barrar la puerta de entrada a la sede obispal de Iria Flavia, más tarde, por causa de su expuesta situación, trasladada a Santiago de Compostela. Gracias además a la fiera determinación de los habitantes y como no, sus prácticos caballos, los vikingos no podrían mantener apenas posiciones de dominio duraderas a pesar de obtener con frecuencia éxitos relevantes y de haberlo intentado con insistencia.
En uno de los sillares de esta fortaleza, estaba labrada la siguiente inscripción, que sería como una preclara premonición del fin del peligro normando y que nos revela hasta que punto la Iglesia tenía desde buen principio las ideas claras sobre cual sería la solución definitiva del problema de las incursiones vikingas: "Con este signo o señal de la cruz, se defiende el piadoso. Con este mismo signo se vence al enemigo."
Y en verdad, la constante amenaza de las hachas vikingas sólo acabó definitivamente en el momento en que Escandinavia fue cristianizada en el s. XII. A cambio en Galicia parece que dejaron como regalo los modelos de sus barcos.



Para saber más (y mejor):
Catoira: http://www.catoira.net/catoira/inistcac.htm
Padrón: http://sdecurrinho.iespana.es/paxinas/padron.htm



Música relacionada, para escuchar después:
"Tina vieri", de Hedningarna (Los paganos); es un grupo musical sueco que ha recuperado letras e instrumentos tradicionales de la cultura nórdica. Podéis escuchar la canción que más me gusta de su album Trä:

No hay comentarios: