Las
denominadas Rías Bajas de la costa gallega son amplios estuarios,
protegidos de las inclemencias del tempestuoso Océano Atlántico.
Son delicados ecosistemas, ni marinos ni terrestres, en los que
entran en íntima relación el mar, los ríos, los bosques y los
humanizados campos. Y las nubes. Las nieblas marinas y las nubes
cargadas de agua se condensan líquidas en las laderas boscosas
asomadas a las Rías. Las lluvias se precipitan abundantes y las
corrientes de agua que lamen la tierra, aportan nutrientes y marcan
el nivel de salinidad que definirán todos los parámetros de la vida
en aquellas aguas. Y en la tierra. Ya que esos pequeños mares son a
su vez el pilar imprescindible, desde el principio de los tiempos, de
la alimentación y por lo tanto del desarrollo de las sociedades
humanas que habitan en sus orillas.
En
las penínsulas montañosas que bordean las Rías existen unos
caballos pequeños, de pezuñas duras, acostumbradas a las laderas
quebradas y boscosas. Perfectamente adaptados al terreno y a
defenderse del acoso de los lobos y la furia de las tormentas. Fueron
desde antiguo muy valorados por su valor en el combate y ofrecieron a
los naturales una ventaja definitiva para resistir en aquellos
terrenos montaraces.
Todavía
más al norte por el proceloso mar, existen otros estuarios más
profundos, más angostos y fieros. Los fiordos. Allí vive también
una raza de ponis muy similares, los fjords. Y no es casualidad ya
que la geografía manda y ha hecho otros caballos similares allí
donde las condiciones lo eran. Y de esas gargantas marinas, en las
tinieblas de la Edad Media, surgió el grito de guerra de los últimos
pueblos paganos de Europa. Hacia el siglo IX d.C. y por causas aún
no bien definidas, los vikingos desbordaron sus costas y como una
marea imparable cabalgando las olas en sus veloces barcos comenzaron
a saquear las indefensas riberas de la Ruta del Oeste -la Vestvegr-
sedientos de botín. El impacto fue impresionante, extendiendo el
terror de modo tal que en muchas iglesias se rezaba “de la furia de
los normandos, líbranos Señor”.
Al
arribar a la tierra que las sagas -las tradiciones escritas de los
navegantes nórdicos-, denominan el País de Far o Jakobsland, en
referencia al faro romano de la Torre de Hércules o a la piadosa –y
rica- Santiago de Compostela, estos violentos piratas invencibles
encontrarían desde el primer momento no sólo caballos como los
suyos sino también la horma de su zapato. No venían de nuevo los
navegantes nórdicos por allí. Se sabe que ya unos siglos antes los
piratas hérulos habían atacado estas costas, en las que
curiosamente ya encontraron recién instalados a otros emigrantes de
origen escandinavo: los vándalos, que llegaron por tierra y se
asentaron hacia el 411 aliados con suevos y alanos. Reemplazaron en
esa zona el dominio directo del Imperio Romano. Pero sólo el
directo. El indirecto, perduraba en manos de la Iglesia Católica,
heredera de la organización administrativa y militar romana, y
seguía allí agazapado, en las iglesias y en los profundos recovecos
mentales de la religión, para organizar, enfrentarse a todo poder
foráneo y perdurar.
Ante
la amenaza que representaban los vikingos, entre cuyos objetivos
estaban monasterios y sedes obispales, pilar del dominio temporal de
la Iglesia, en Galicia, los propios obispos no dudaron en ponerse a
la cabeza de las huestes, empuñar la espada y levantar
fortificaciones y murallas. La pieza principal del sistema defensivo
fue el Castellum Honesti, construido a mediados del s.X en el fondo
de la Ría de Arosa para barrar la puerta de entrada a la sede
obispal de Iria Flavia, más tarde, por causa de su expuesta
situación, trasladada a Santiago de Compostela. Gracias además a la
fiera determinación de los habitantes y como no, sus prácticos
caballos, los vikingos no podrían mantener apenas posiciones de
dominio duraderas a pesar de obtener con frecuencia éxitos
relevantes y de haberlo intentado con insistencia.
En
uno de los sillares de esta fortaleza, estaba labrada la siguiente
inscripción, que sería como una preclara premonición del fin del
peligro normando y que nos revela hasta que punto la Iglesia tenía
desde buen principio las ideas claras sobre cual sería la solución
definitiva del problema de las incursiones vikingas: "Con este
signo o señal de la cruz, se defiende el piadoso. Con este mismo
signo se vence al enemigo."
Y en verdad, la constante amenaza de las hachas vikingas sólo acabó definitivamente en el momento en que Escandinavia fue cristianizada en el s. XII. A cambio en Galicia parece que dejaron como regalo los modelos de sus barcos.
Y en verdad, la constante amenaza de las hachas vikingas sólo acabó definitivamente en el momento en que Escandinavia fue cristianizada en el s. XII. A cambio en Galicia parece que dejaron como regalo los modelos de sus barcos.
Para saber más (y mejor):
Catoira: http://www.catoira.net/catoira/inistcac.htm
Padrón: http://sdecurrinho.iespana.es/paxinas/padron.htm
Música relacionada, para escuchar después:
"Tina vieri", de Hedningarna (Los paganos); es un grupo musical sueco que ha recuperado letras e instrumentos tradicionales de la cultura nórdica. Podéis escuchar la canción que más me gusta de su album Trä:
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