6 de julio de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 15.

CAPITULO V. Aquella Barcelona.

Habían pasado ya como un par de semanas desde que Gonzalo, cumpliendo la petición del Sr. Gamisans, le diera el libro a Andrés. Desde aquel día, Gamisans, que nunca era demasiado locuaz, le solía preguntar a diario por la opinión de su amigo “el Profesor” acerca de la obra. Y tanta insistencia la verdad es que estaba comenzando a despertar la curiosidad de Gonzalo sobre el tan traído y llevado ejemplar, el cuál apenas había hojeado antes de hacérselo llegar a su colega. El tema comenzaba a llevarle de cabeza, además, no se habían visto desde entonces, y decidió que le llamaría esa misma tarde. De paso se lo comentó al Sr. Gamisans, que andaba por la tienda rondando, antes de que volviera a preguntar una vez más. Para su sorpresa Gamisans, le acercó el teléfono, plantándoselo delante de las mismas narices:
-Estupendo, a qué espera, llámele ahora. Propóngale a ese caballero, un encuentro para cenar, en un sitio que será a buen seguro de su agrado. Por supuesto, Gonzalo, que Usted será también bienvenido a acompañarnos y podrá atender nuestra interesante y amena conversación, sí.
-Cenaremos en el restaurante de un conocido mío, no lejos de aquí –añadió finalmente, antes de retirarse satisfecho a su despacho en el fondo de la trastienda, dando por hecho el asunto.




Unos diez minutos más tarde de la hora convenida para la sorprendente y repentina cita, Andrés llegó al lugar indicado. En la calle Argentería: “El Senyor Armengol”. Era uno de aquellos restaurantes que, habiéndole llamado siempre la atención, nunca se había dado a sí mismo el gusto de probar. Nada más traspasar la puerta, en el mismo momento que el maître acudía a recibirle, vio a su amigo Gonzalo, sentado frente al que sin duda alguna debía ser el famoso Sr. Gamisans. Ambos estaban delante de sendos vasos de vermú y a Gonzalo se le veía, la verdad, un poco tenso, sin duda por lo extraño de la situación, compartiendo mesa y mantel por vez primera con su jefe. En cambio Gamisans aparecía exultante, luciendo una pajarita granate con topos blancos, que era como la guinda del traje con chaleco gris, de cuadros príncipe de Gales, serio, de buen corte, aunque un poco trasnochado, que vestía.

Andrés avanzó por entre las mesas, siguiendo al maître, llevando en su mano una carpeta y sobre ella, luciéndolo de manera ostentosa, el libro en cuestión.

Se disculpó por la impuntualidad.


(continuará...)


*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

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