14 de junio de 2009

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 32.

(sigue...)

Gamisans ayudó a incorporarse al dolorido y humillado Andrés, que enmudecido en su tribulación sólo pudo mirar al anticuario como culpabilizándole de todo lo que le estaba sucediendo. Un camarero acudió a interesarse por su estado, ofreciéndoles ayuda. Cuando por fin se fueron, atreviéndose a salir a la calle una vez seguros de que aquellos dos gorilas no les esperaban fuera, decidieron ir a la tienda, donde estaba Gonzalo, no tanto porque fuera un lugar más seguro sino porqué ya no había razón tomar tantas precauciones una vez que ya habían dado con ellos. Andrés no entendía esto muy bien. Pareciera como si Gamisans no temiera a los golpes que pudieran propinarles, sino más bien a las palabras que ya les habían dicho. El recado ya les había sido dado y eso ya no tenía solución. Tan solo faltaba esperar a que Andrés le hiciera la pregunta que sin duda iba a hacerle y qué mejor lugar que la trastienda, para contar una historia que hacía tiempo que el Anticuario estaba deseando explicar a alguien.


Gonzalo vio llegar a la pareja. Por la cara seria que traía su amigo, que se sujetaba un pañuelo rojo de sangre en la barbilla, sabía que había pasado algo y cuando vio que Gamisans bajaba la persiana de la tienda cuando aún faltaban dos horas para cerrar, cosa inédita, comprendió que algo, efectivamente, algo, había ya pasado.
-¡Por fin! –exclamó, poniéndose en pie y acercándose a Andrés haciendo grandes aspavientos-. Bueno, no quiero decir que me alegre, es decir, que ya veía yo venir que esto pasaría, hombre… -intentó aclarar sin demasiado éxito a un ofendido Andrés, traicionado en su excitación porque de una vez por todas empezaba la acción-, ¡Es igual, joder! ¿Pero quién te ha pegado?

Tanto Gamisans como Andrés obviaron contestarle y pasaron todos a la trastienda. Allí había una mesa rectangular de madera oscura mal barnizada, vieja, pero no lo bastante antigua como para merecer figurar en el catálogo de objetos a la venta. En la Galería Gamisans no se vendía nada que no tuviera por lo menos cien años demostrables. El anticuario abrió una alacena y dispuso encima de la mesa una botella mediada de su mejor whiskey irlandés “single malt” y tres vasitos, que colocó cuidadosamente junto a ésta en el centro. Ceremonioso, como si preparara una misa en latín, llenó los vasos, rebajando el licor de un color de miel pálida con un poquito de agua mineral muy fría de una botella que guardaba en una neverita estilo años 50. Se apoyó sobre la mesa, trasfigurada en altar, posando las palmas de sus manos. Miró a Andrés y a Gonzalo y dirigiéndose a ellos dijo:

-Supongo que llegado a este punto, en que ya ha corrido un poco de sangre, Ustedes estarán esperando una explicación. Querrán conocer, más bien entender, en qué están metidos ¿no?



*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.