28 de enero de 2008

Sobre iconoclastia y fronteras culturales.

Al hilo del post anterior, ¿por qué no debería haberme sorprendido tantísimo Orhan Pamuk en su novela?
En primer lugar, la sorpresa más difícil de explicar es el tabú de la representación de la figura humana, siguiendo al Islam más estricto, que deviene de la iconoclastia.
Deviene de la iconoclastia así como el Islam deviene del tronco monoteísta que comparten el judaísmo y el cristianismo.

Cuando ponemos en un buscador la palabra “iconoclastia” casi todos los resultados nos remiten exclusivamente a las convulsas controversias religiosas acaecidas en el seno del Cristianismo tan solo en el Imperio Bizantino. Y sólo en un periodo muy concreto –los siglos VII y VIII d.C. - en el cuál cobraron enorme relieve y cuando incluso esta facción religiosa llegó a imponerse allí temporalmente.
Temporalmente, digo, en lo que iba quedando de Imperio, ya que es curioso que en las extensas zonas de Oriente y Norte de África que ya habían pasado a manos del Islam, el movimiento iconoclasta gozaba –y goza- de buena salud, ya que la prohibición del culto a las imágenes es uno de los rasgos definitorios del Islam. Y de su arte.

Pero también en nuestro arte se alternan desde la Edad Media periodos recargados, con periodos austeros. Y si hablamos de arte, estamos hablando de religión(es) y de la decoración de los centros de culto que son principalmente las iglesias, donde la iconoclastia ha acabado imponiéndose, como un insidioso silencio visual, en las iglesias protestantes.

Claro, como del Imperio Bizantino de algún modo hemos olvidado que fue el continuador de nuestro Imperio Romano y como además es un Imperio que finalmente desapareció para albergar un Imperio islámico...
Pues eso. Que al poner fronteras a la Historia perdemos la perspectiva y al perderla quedan zonas de sombra. Zonas oscuras en la Historia.

No hay comentarios: