11 de mayo de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 7.

CAPITULO III. Ispali, una luna antes.

Las piedras de los teatros y los antiguos templos hacía ya mucho tiempo que se habían convertido en murallas en Ispali. En sus solares en ruinas tan solo vivían los gatos. Y las ratas. En algunos de aquellos grandes edificios por tiempo abandonados, se habían vuelto a instalar familias de campesinos huidas del hambre que asolaba las comarcas cercanas. Las cosechas en el año anterior, en 710, habían sido malas, pues apenas había llovido. El pasado invierno, en cambio, había sido muy frío. Las abundantes lluvias amenazaban con prolongarse en la incipiente primavera, pudriendo en el suelo encharcado las raíces de los cereales. Acechaba el temor en toda la vega del Betis[1] a que las heladas quemaran los frutos aún no granados, en los árboles.
Volvía a ser lo mismo en todo el Reino, tal y como recordaban los más ancianos que sucedió en los tiempos del Rey Ervigio[2]. Las plagas azotaban Spania, las gentes se veían obligadas a abandonar sus pueblos y acudían en su desesperación a las ciudades. En Corduba e Ispali, con sus accesos fuertemente vigilados, las autoridades ya no permitían la entrada de más personas. Las calles se habían vuelto inseguras. Y sucias. Había precarios campamentos de tribulación y miseria en los arrabales.
Se esperaban los días de las Procesiones Sagradas de la Primavera. Mientras, llegaban noticias desalentadoras de algunas zonas, como el Valle del Ebro. Allí, tras una plaga de langosta, que arrasó las cosechas de trigo y escanda, se había extendido la peste. La gente moría por las aldeas y los campos sin que se diera abasto a enterrarla. Contaban que los cadáveres eran devorados como carroña por los perros asilvestrados que habían quedado sin dueño y por las alimañas. Tanta era la debilidad de la población, debido a la hambruna, que las bestias, antaño temerosas del hombre, atacaban a las personas en los caminos, incluso en los mismos poblados. Muchos se habían echado a merodear, tal como lobos humanos, y viajar, llevando mercancías por las vías y las antiguas calzadas romanas, era una peligrosa tarea a la que los comerciantes no estaban dispuestos a exponerse.
Incluso la apartada y lluviosa Gallecia[3], el antaño Reino Suevo, sufría de una prolongada sequía, que había acabado por hundir al país en la anarquía y había provocado saqueos y desórdenes que habían motivado el envío de refuerzos armados para sofocarlos.

[1] Betis fue el nombre, de probable origen celta, con que los romanos conocieron al Guadalquivir.
[2] Ervigio, rey visigodo entre 680 y 687. Durante su reinado tuvo lugar una época convulsa, posiblemente a causa de una crisis climática, que provocó hambres generalizadas y peste.
[3] Gallecia abarcaba aproximadamente algo más de la actual Galicia y el Norte de Portugal hasta el río Duero. Tras el periodo romano, fue un Reino independiente durante ciento setenta años de dominio de los suevos, germanos como los godos, hasta que finalmente fue absorbido por el Reino Visigodo hacia 585 d.C.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

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