10 de agosto de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 20.


CAPITULO VI. Tan solo un Dios.

Eulalia, la última esposa del Rabino, soñaba con un gato enorme y fiero, como los de los manuscritos iluminados de los monasterios, de colores brillantes, con la melena orlada en oro y una cola acabada en punta como la de los dragones, cuando los ladridos de los mastines vinieron a salvarla del poderoso felino que a la vez la asustaba y la fascinaba. Se asomó por la ventana y al ver la escena hizo callar a los canes, que obedecieron inmediatamente su orden imperiosa pero sin dejar de marcar al intruso, gruñendo y mostrándole sus afilados dientes rabiosos. Conminó a su esposo a acudir en pos del intempestivo visitante, antes de que el vecindario fuera alertado y pudieran reconocerle.
La residencia de Shimón en Ispali era relativamente modesta para un hombre de su condición. Acuciados por las prohibiciones y las persecuciones, los judíos habían aprendido a disimular su riqueza –cuando la tenían- y a ser discretos. Todo y que últimamente los diez años de reinado del Rey Witiza habían sido tolerantes, eso no les hacía bajar la guardia, ya que la espada de Damocles en forma de condenas conciliares, confiscaciones y vasallaje, pendía siempre sobre los de su religión. Y sabiamente habían aprendido a no azuzar con el viento de la envidia el fuego de la intolerancia. El Rabino vivía modestamente en la ciudad, atendiendo a sus ritos y por qué no, a sus negocios cerca de los poderosos funcionarios en la capital provincial, siempre necesitados de numerario para mantener su vanidosa vida de lujo y opulencia. Poseía sin embargo el Rabino, una extensa y productiva propiedad rural, cerca de Portus Magnus, lindante con la de Oppas. Allí mantenía también Shimón a sus otras dos esposas, que nunca le acompañaban fuera de la villa. Familiares y correligionarios suyos, operaban más libremente desde aquellos puertos de Levante, punto de arribada de las rutas comerciales que por el Mediterráneo no habían dejado de llegar desde Oriente y África.
Condujeron rápidamente a Oppas, introduciéndole por el portón de las caballerizas hasta la cocina del piso bajo.
-Han intentado asesinarme esta noche. Gente de mi casa -dijo.
-Creo que lo mejor es que salgas discretamente de Ispali -le contestó Shimón preocupado después de escuchar su relato-, sobre todo dados los últimos acontecimientos. Y continuó: Róderic no está en Wasconia, como supones, sino mucho más cerca. Acampa con su ejército a las puertas de Corduba.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

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