24 de mayo de 2009

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 31.

(sigue...)

En ese instante, sin dejar de sonreír, el repeinado de la pareja se levantó para aproximarse a grandes zancadas a la mesa que ocupaban Gamisans y Andrés. Tomó asiento entre los dos mirándoles con desdén. El anticuario pareció ponerse tenso y dejó de juguetear con la cucharilla dentro de la taza para atender al recién llegado. Éste mascaba chicle de manera ostentosa, enseñando unos dientes muy blancos, de apariencia perfecta. Puso sus manazas sobre la mesa, entrelazando los dedos. Era un joven alto, de aspecto atlético y bien parecido. Su mirada, sus gestos, denotaban un carácter violento, a duras penas contenido. Seguramente habían estado siguiendo a Andrés, controlándole hasta llegar a Gamisans. El Anticuario, por su parte, había estado tomando sus precauciones, desapareciendo durante las últimas semanas de los únicos lugares de Barcelona donde podía ser ubicado: su domicilio y la tienda de antigüedades. Pero nadie puede esconderse eternamente de quien desea realmente encontrarle y tiene los medios para hacerlo.
El matón inclinó su torso sobre la mesa aproximando su cara a Gamisans.
-Tengo un mensaje para ti, payaso –dijo a media voz, y añadió-, “El gran Dios Pan, el fauno solitario, ha vuelto”.
Dejó la frase flotando en el aire, cuyo significado sin duda no comprendía, al igual que Andrés que observaba estupefacto la escena. Gamisans en cambio, sí que lo entendió, pero no contestó nada, tan solo hizo una mueca dirigida a sí mismo. El tipo se tiró hacia atrás, satisfecho, apoyando su espalda en el respaldo de la silla como descansando, dominando la situación desde su improvisado trono. Ahora era a Andrés a quien miraba.
El anticuario viendo que el siguiente objetivo podía ser Andrés, al que por su expresión un tanto aterrorizada suponía no acostumbrado a semejantes situaciones, decidió intentar atraer de nuevo sobre sí mismo la atención del mensajero.
-Oiga –le dijo en un tono impertinente-, me tiene que dar Usted la dirección de su odontólogo. ¡Qué bien trabaja! Sin duda le debieron partir a Usted la cara alguna vez rompiéndole todos los dientes. Ciertamente que hizo un buen trabajo, sí.

El rapado, se había puesto ahora de pie en el pasillo, tras Andrés, bloqueando el paso. En ese momento, el otro, con un gesto muy rápido movió su mano bajo la mesa cogiendo de repente a Andrés del paquete, pero mirando con odio rabioso a Gamisans. El Profesor emitió un aullido de dolor, sujetando en un movimiento reflejo la garra que le atenazaba sus partes, aunque sin resultado, viéndose arrastrado hacia el suelo por el agresor hasta caer de rodillas golpeando con su barbilla el borde de la mesa. En ese momento el individuo le soltó y poniéndose en pie masculló la palabra “payaso” clavando sus fieros ojos en Gamisans, con la promesa de que volverían a verse las caras. Salió sin más de la cafetería escoltado por su compañero, que miraba desafiante a la concurrencia con su cara de bulldog.
Nadie se atrevió a moverse.


*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

3 de mayo de 2009

*La alquimia de las circunstancias: del honorable guerrero samurai al mafioso yakuza.


Hace unos días, en el último post, acabamos encontrando algunas curiosas conexiones históricas a los Ángeles del Infierno, que andan ahora mismo de actualidad por estos contornos, obligados a salir del oscuro Hades de sus negocios subterráneos. Descabalgados de sus vistosas motocicletas pudimos establecer relaciones históricas poco evidentes a cuenta de la inadaptación a la sociedad en tiempos de paz de los combatientes desmovilizados.
Para centrar brevemente el problema, esta vez recurro a la figura de Erich Fromm y cito de su –imprescindible- Psicoanálisis de la sociedad contemporánea:
Los individuos de una sociedad…, tienen que funcionar en el sentido requerido por el sistema social. […] la función del carácter social consiste en moldear y canalizar la energía humana dentro de una sociedad determinada a fin de que pueda seguir funcionando aquella sociedad.”
Podemos añadir que las sociedades no son inamovibles: evolucionan y cambian a lo largo del tiempo. Por eso algunos grupos sociales, muy adaptados a un determinado tipo de sociedad y cuyas habilidades y aptitudes fueron bien apreciadas en una época y/o en unas determinadas circunstancias, pueden llegar a quedar fuera de juego. Y por lo tanto, saltar de la épica caballeresca a estar literalmente fuera de la ley.
En general, acostumbra a sucederles esto a los veteranos de guerra una vez que esta concluye. Sobre todo cuanto más largo es el conflicto. En mi opinión, el mejor ejemplo de todo esto lo encontramos en el periplo histórico de los mismísimos samuráis japoneses.


LAS TRES FASES DE SU HISTORIA
Su presencia como guerreros de élite al servicio de sus señores –los daimyo-, define largos periodos de la Historia de Japón desde el siglo III de nuestra era. Sin embargo, su época de oro abarca desde el siglo XII hasta el siglo XVII.
El Japón medieval, fraccionado en pequeños feudos y en permanente estado de guerra civil, aupó a estos especialistas en el arte de la guerra, a las más altas instancias del poder, instaurando una serie de dictaduras militares, los shogunatos, cuyo poderío llegó a relegar el del propio Emperador. La última dinastía de shogunes –el poderoso clan Tokugawa-, conseguiría finalmente la unificación política y la paz entre los grandes señores, imponiéndose al resto de los clanes en el siglo XVII.


Paradójicamente, esta gran victoria sería el principio del fin de los samuráis. Desde ese momento los guerreros samuráis que paradójicamente habían sido el instrumento para conseguir el poder, pasarían a ser progresivamente cada vez más un estorbo y muchos, sobre todo los pertenecientes a los clanes derrotados, serían licenciados.
Puestos literalmente a las puertas de los castillos donde habían servido durante generaciones, acabarían convertidos en ronins, samuráis sin señor, obligados a llevar desde aquel momento una vida errante convertidos en espadachines de alquiler, buscavidas desempeñando mil oficios al filo de la ley.
Con el tiempo, perdidos definitivamente los escrúpulos, algunos acabarían formando bandas organizadas de delincuentes, que serían conocidas con el nombre de yakuzas: la peculiar y poderosa mafia japonesa.
El final definitivo de su historia como clase social llegó con el advenimiento de la Era Meiji y el fin del shogunato en el siglo XIX. Liquidados todos sus privilegios, incluso su peculiar tonsura, el chonmage, quedaría proscrita (*). Ante la presión de las potencias occidentales, Japón se modernizaba por decreto, y los samuráis, fosilizados caballeros del pasado medieval, iban a ser reemplazados por soldados, que como todos sabemos hoy, acabarían siendo proyectados al exterior como un tsunami, por el Imperio del Sol Naciente.
Ahora, sí, ya eran modernos, pero también ferozmente militaristas, fieles también a sus tradiciones. Habían copiado y hasta perfeccionado lo mejor y lo peor de nosotros, así que, ¡cuidado con lo que deseas!


De un modo o de otro, como samuráis, ronins o yakuzas, expertos en el arte de matar y sobre todo de morir, estos personajes han inspirado innumerables películas. Y como una imagen dice más que las quinientas palabras de media que suelo emplear en mis posts, os he traído aquí, como ejemplo, cuatro trailers de películas que muestran las tres fases de la transmutación inversa desde el dorado caballero, al oscuro ratero.
Las circunstancias lo son todo. ¡Sayonara!


¡SAMURÁIS!
Ran (1985), de Akira Kurosawa. En todo su apogeo:


¡RONINS!
Zatoichi (2003), de Takeshi Kitano.
Original película sobre un ronin ciego de finales del s.XIX, que lleva una vida errante, trabajando como masajista, pero que resulta ser un soberbio espadachín:


y por último ¡Yakuzas!
De esta fase os pongo dos trailers, el de Black Rain (1989) de Riddley Scott y con música de Hans Zimmer, fue lo primero que me vino a la mente:


Pero buscando algo más concreto, acabé descubriendo una causalidad curiosa: el actor que hace de policía japonés en esta película -Ken Takakura-, es el mismo que protagonizó Yakuza en 1974, una soberbia película, que había visto aunque tenía olvidada:


¡Las causalidades lo son todo!

Para saber más (y mejor):
*Yakuzas, mafia japonesa, http://www.taringa.net/posts/info/966681/Yakuzas,-mafia-japonesa.html 
*Shogunato Tokugawa, http://es.wikipedia.org/wiki/Clan_Tokugawa 
*El libro de los cinco anillos (o de las cinco esferas), de Miyamoto Musashi, obra clásica del bushido, escrita por el más famosos ronin de todos los tiempos.

(*) Sobre la prohibición del chonmage tenemos un curioso testimonio de primera mano en el libro de Gichin Funakoshi, Karate-do, mi camino: el fundador del kárate moderno, se tuvo que cortar su preciada coleta de samurai para poder ingresar en el cuerpo de maestros de escuela.