Hace
unos días, en el último post, acabamos encontrando algunas curiosas
conexiones históricas a los Ángeles del Infierno, que andan ahora
mismo de actualidad por estos contornos, obligados a salir del oscuro
Hades de sus negocios subterráneos. Descabalgados de sus vistosas
motocicletas pudimos establecer relaciones históricas poco evidentes
a cuenta de la inadaptación a la sociedad en tiempos de paz de los
combatientes desmovilizados.
Para
centrar brevemente el problema, esta vez recurro a la figura de Erich
Fromm y cito de su –imprescindible- Psicoanálisis de la
sociedad contemporánea:
“Los
individuos de una sociedad…, tienen que funcionar en el sentido
requerido por el sistema social. […] la función del carácter
social consiste en moldear y canalizar la energía humana dentro de
una sociedad determinada a fin de que pueda seguir funcionando
aquella sociedad.”
Podemos
añadir que las sociedades no son inamovibles: evolucionan y cambian
a lo largo del tiempo. Por eso algunos grupos sociales, muy adaptados
a un determinado tipo de sociedad y cuyas habilidades y aptitudes
fueron bien apreciadas en una época y/o en unas determinadas
circunstancias, pueden llegar a quedar fuera de juego. Y por lo
tanto, saltar de la épica caballeresca a estar literalmente fuera de
la ley.
En
general, acostumbra a sucederles esto a los veteranos de guerra una
vez que esta concluye. Sobre todo cuanto más largo es el conflicto.
En mi opinión, el mejor ejemplo de todo esto lo encontramos en el
periplo histórico de los mismísimos samuráis
japoneses.
Su
presencia como guerreros de élite al servicio de sus señores –los
daimyo-, define largos periodos de la Historia de Japón desde el
siglo III de nuestra era. Sin embargo, su época de oro abarca desde
el siglo XII hasta el siglo XVII.
El
Japón medieval, fraccionado en pequeños feudos y en permanente
estado de guerra civil, aupó a estos especialistas en el arte de la
guerra, a las más altas instancias del poder, instaurando una serie
de dictaduras militares, los shogunatos, cuyo poderío llegó a
relegar el del propio Emperador. La última dinastía de shogunes –el
poderoso clan Tokugawa-, conseguiría finalmente la unificación
política y la paz entre los grandes señores, imponiéndose al resto
de los clanes en el siglo XVII.
Paradójicamente,
esta gran victoria sería el principio del fin de los samuráis.
Desde ese momento los guerreros samuráis que paradójicamente habían
sido el instrumento para conseguir el poder, pasarían a ser
progresivamente cada vez más un estorbo y muchos, sobre todo los
pertenecientes a los clanes derrotados, serían licenciados.
Puestos
literalmente a las puertas de los castillos donde habían servido
durante generaciones, acabarían convertidos en ronins,
samuráis sin señor, obligados a llevar desde aquel momento una vida
errante convertidos en espadachines de alquiler, buscavidas
desempeñando mil oficios al filo de la ley.
Con
el tiempo, perdidos definitivamente los escrúpulos, algunos
acabarían formando bandas organizadas de delincuentes, que serían
conocidas con el nombre de yakuzas:
la peculiar y poderosa mafia japonesa.
El
final definitivo de su historia como clase social llegó con el
advenimiento de la Era Meiji y el fin del shogunato en el siglo XIX.
Liquidados todos sus privilegios, incluso su peculiar tonsura, el
chonmage, quedaría proscrita (*). Ante la presión de las
potencias occidentales, Japón se modernizaba por decreto, y los
samuráis, fosilizados caballeros del pasado medieval, iban a ser
reemplazados por soldados, que como todos sabemos hoy, acabarían
siendo proyectados al exterior como un tsunami, por el Imperio del
Sol Naciente.
Ahora,
sí, ya eran modernos, pero también ferozmente militaristas, fieles
también a sus tradiciones. Habían copiado y hasta perfeccionado lo
mejor y lo peor de nosotros, así que, ¡cuidado con lo que deseas!
De
un modo o de otro, como samuráis, ronins o yakuzas, expertos en el
arte de matar y sobre todo de morir, estos personajes han inspirado
innumerables películas. Y como una imagen dice más que las
quinientas palabras de media que suelo emplear en mis posts, os he
traído aquí, como ejemplo, cuatro trailers de películas que
muestran las tres fases de la transmutación inversa desde el dorado
caballero, al oscuro ratero.
Las
circunstancias lo son todo. ¡Sayonara!
Ran (1985), de Akira Kurosawa. En todo su apogeo:
¡RONINS!
Zatoichi (2003), de Takeshi Kitano.
Original película sobre un ronin ciego de finales del s.XIX, que lleva una vida errante, trabajando como masajista, pero que resulta ser un soberbio espadachín:
y por último ¡Yakuzas!
De esta fase os pongo dos trailers, el de Black Rain (1989) de Riddley Scott y con música de Hans Zimmer, fue lo primero que me vino a la mente:
Pero buscando algo más concreto, acabé descubriendo una causalidad curiosa: el actor que hace de policía japonés en esta película -Ken Takakura-, es el mismo que protagonizó Yakuza en 1974, una soberbia película, que había visto aunque tenía olvidada:
¡Las causalidades lo son todo!
Para saber más (y mejor):
*Yakuzas, mafia japonesa, http://www.taringa.net/posts/info/966681/Yakuzas,-mafia-japonesa.html
*Shogunato Tokugawa, http://es.wikipedia.org/wiki/Clan_Tokugawa
*El libro de los cinco anillos (o de las cinco esferas), de Miyamoto Musashi, obra clásica del bushido, escrita por el más famosos ronin de todos los tiempos.
(*) Sobre la prohibición del chonmage tenemos un curioso testimonio de primera mano en el libro de Gichin Funakoshi, Karate-do, mi camino: el fundador del kárate moderno, se tuvo que cortar su preciada coleta de samurai para poder ingresar en el cuerpo de maestros de escuela.
2 comentarios:
Me hubiera gustado pasar antes pero últimamente he tenido el tiempo muy apretado :)
Muy buen recuento de la transformación de Samurai a Yakuza!. Demás está decir que prefiero a los samurai, jajaja, me gustan varios de los principios que formaban parte de su conducta, bien que se podrían imitar más a menudo en nuestras sociedades.
Un saludo!
Para poder modernizarse y conservar sus tradiciones los samurais se convirtieron en yakusas siendo fieles a sus normas y doctrinas y ese conocimiento fue traspasado a sus futuras generaciones manteniendo sus tradiciones vivas
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