Noticia de la revolución islámica original.
Las
revueltas que están sacudiendo el mundo islámico y que no debemos
perder de vista que ya tuvieron un preludio en Irán el pasado año,
son el reflejo de un sistema en crisis que
como la propia palabra indica, va a implicar un periodo de cambios.
Recientemente Túnez y ahora Egipto han visto como las dificultades
económicas han prendido la mecha, ¿pero hasta dónde puede llegar?
Quizás
para obtener alguna clave sobre lo que puede estar sucediendo ante
nuestros sorprendidos ojos mediáticos, vamos a ponernos la
escafandra y a bucear en una de las más recónditas cuevas
submarinas de nuestra desmemoria histórica.
Nos
zambulliremos, en busca de paralelos históricos, en aguas del
Mediterráneo, sumergiéndonos hasta las profundidades de los siglos
VI a VIII, en busca de los atribulados tiempos, ya por
todos olvidados, en los que el Imperio Bizantino se vio enfrentado a
su primera gran crisis, quizás el mayor desafío que a punto estuvo
de acabar con su existencia y borrarlo prematuramente de la faz
Historia.
Sabemos
muy bien que desde el siglo I a. C. los romanos consiguieron unificar
en un Imperio que duraría aún casi cinco siglos, todas las orillas
del Mare Nostrum. Tierra adentro, todos aquellos pueblos y culturas
con el suficiente desarrollo económico para que valiera la pena
explotarlos e integrarlos, se vieron forzados a formar parte de un
Estado que perduraría hasta que los desafíos externos (el Imperio
Persa, los bárbaros…) lograron su descomposición interna en
Occidente.
Lo
que ya no sabemos tan bien es cómo hacia el siglo VI el Imperio
Bizantino, vigoroso continuador del Imperio Romano en Oriente, que
recién había podido recuperar en un último esfuerzo una pequeña
porción de las costas occidentales en Italia, Hispania y en el Norte
de África, repentinamente en el transcurso del siglo siguiente,
perdería no sólo estos territorios sino que quedaría reducido a
unas menguadas fronteras en Grecia y Anatolia alrededor de su
inexpugnable capital, Constantinopla.
Como
consecuencia, también hubo de transformar sus estructuras políticas
y sociales para adaptarlas a las de un estado militarista,
convirtiéndose en un Imperio encastillado, cercado y a la defensiva,
características estas que aún definen la Turquía de nuestros días
muchos siglos después.
Al
mismo tiempo peor destino sufrió su eterno rival, el Imperio Persa
Sasánida, el otro Imperio civilizado, con el que mantenía una
inestable frontera en permanente estado de guerra y que fue liquidado
en el 651 d.C.
Bizancio
sin embargo y gracias al milagroso fuego griego pudo sobrevivir,
aunque se vio mutilado de sus provincias más prósperas: las costas
del Magreb (que incluyen el Túnez actual), Palestina, Siria y sobre
todo Egipto, granero del Imperio y su principal fuente de tributos,
que ya nunca más recuperó.
¿Cómo
se llegó a esta situación? ¿Cómo perdió el Imperio Bizantino el
control sobre el Magreb y Egipto, precisamente los territorios donde
ahora han surgido las revueltas populares que tanto nos preocupan?
¿Por qué cayó el Imperio Persa?
Por
lo general se explica que una nueva religión, el Islam,
surgida de las profundidades de los desiertos de la Península
Arábiga había desatado su furia proselitista, arrebatándole a
Bizancio en los primeros embates, Egipto, Palestina y gran parte de
Siria, que eran precisamente sus provincias más desarrolladas y
productivas.
Tal
sería el empuje de estos beduinos del despoblado y falto de recursos
desierto de Arabia, que en breve hicieron también caer el poderoso
Imperio Persa, para extenderse luego fulgurantes hacia la India por
el Este y hacia la Península Ibérica por el Oeste, forzando las
puertas de Europa.
Pero
puede que esta sea una explicación demasiado simplista. Geografía y
demografía mandan, ¿o no?. Sencillamente se trataría de un
escenario bélico demasiado extenso para ser cabalgado por una
reducida horda de beduinos, eso si excluimos a priori, claro, la muy
necesaria ayuda divina en este caso.
Sin
embargo, cabe decir que tanto el Imperio Persa como el propio Imperio
Bizantino, pasaban desde el siglo VI un prolongado periodo de crisis
política, económica y social, reflejada en múltiples disturbios y
luchas religiosas. También sufrieron pavorosas epidemias. Se
hallaban debilitados y exhaustos tras muchos enfrentamientos. Las
guerras significan destrucciones y onerosas cargas impositivas para
la población y generan un gran descontento y fractura social.
Ambos
Estados tenían en común el estar rodeados por belicosos pueblos
nómadas que periódicamente asediaban sus fronteras. Los árabes
ahora recién islamizados tan solo eran uno más de una larga lista,
que en el sentido de las agujas del reloj comprendía a eslavos,
ávaros, búlgaros, hunos heftalitas, kházaros, turcos,… Hay que
añadir en el oeste por África, las diversas tribus bereberes de las
montañas del Magreb que se acabarían imponiendo sobre las antaño
prósperas comunidades costeras, cercadas por el avance del desierto
y la sequía, y que ya habrían sido abandonadas a su suerte con
anterioridad a la irrupción islámica.
Como
es bien sabido desde la más remota antigüedad, los Imperios de las
zonas civilizadas del planeta sólo estarían en condiciones de ser
derrotados por los bárbaros que los circundan en el caso de que
existiera una crisis interna que minara su resistencia y cohesión.
Diversos
autores refieren para ese periodo una persistente crisis climática y
de subsistencia en el entorno del Mediterráneo, sequías, hambrunas,
epidemias y la consiguiente inestabilidad social y política serían
el marco de referencia.
Esta
situación estaría en el origen de la caída del Reino Visigodo
hacia 711 d. C. y su subsiguiente islamización (quizás no tan
temprana ni tan "islámica" como se piensa), pero también
en los cambios políticos, sociales y religiosos que se produjeron
así mismo y con anterioridad en el Magreb, Egipto, Oriente Medio y
Persia.
Por
otro lado, no hay que olvidar que la Península Arábica recibió
fuertes influencias de las múltiples corrientes heterodoxas
cristianas y también judías (monofisitas, nestorianos, jacobitas,
etc.…) que originarían la nueva religión, el Islam, que
precisamente se iría a imponer en aquellas zonas del Imperio
Bizantino donde más fuerte era la disensión religiosa con la
ortodoxia que la capital, Constantinopla trataba de imponer y de
dónde había partido inicialmente los predicadores que había puesto
los cimientos de la nueva fe. ¿Hablaríamos pues de un cambio de
régimen más que de una verdadera invasión?
Está
claro que por muy lejanas que nos parezcan y por muy al margen y
protegidos que nos sintamos desde nuestro dique europeo, debemos
mirar con atención estas revueltas que están sucediendo ahora,
fruto también de crisis de subsistencia
(sequía, paro endémico, pobreza generalizada, alza del precio de
los alimentos) que pueden acabar provocando cambios políticos de
consecuencias incalculables.
No
debemos olvidar el pasado, porque la onda de lo que empezó a
fraguarse en el siglo VI en la otra orilla acabó llegando en el
siglo VIII a la nuestra.
Bueno,
¡cuánto tiempo! al menos por esta vez, ¡estamos de vuelta!
Para saber más (y mejor):
*http://en.wikipedia.org/wiki/Decline_of_the_Byzantine_Empire
*http://www.monografias.com/trabajos10/temario/temario.shtml
*http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_sas%C3%A1nida
*Ignacio Olagüe, La revolución islámica en Occidente.
*http://historia-por.blogspot.com/search/label/Bizancio
Quizás le interese leer también en este blog:
"Golfus" de Roma: los publicanos y las crisis alimentarias, Sobre los principales causantes de las periódicas crisis de subsistencia que azotan el planeta.
*http://historia-por.blogspot.com/2008/06/golfus-de-roma-los-publicanos-y-las.html
Comentarios
Un saludo!
Saludos, espero verte por www.cincolinks.com.