29 de julio de 2008

La clave de Okinawa. El kárate y los misterios de la transmisión cultural.


Mucha gente piensa que el kárate es un arte marcial japonés. Pero no es exactamente así. Ni mucho menos. Podría decirse que fue precisamente gracias a los japoneses, que este arte pudo desarrollarse. Y no me estoy refiriendo a su difusión. El kárate es de Okinawa. Su difusión mundial se la debemos en gran parte a los norteamericanos.


Okinawa es la isla principal de un archipiélago de setenta y dos islas que forman una cadena que se extiende desde el sur de la gran isla japonesa de Kyushu hasta la isla china de Taiwán. En si mismo, el nombre de Okinawa tiene un significado revelador: “maroma, estacha”, que es la cuerda de un barco. ¡Ah, las palabras, las palabras!
Se trata de un enclave muy especial. Es bien sabido que desde siempre los mares fueron el camino más ancho para la cultura y el comercio: El camino de menor resistencia, por donde se mueve a la mayor velocidad y con menos pérdidas tanto la electricidad en un circuito, como las corrientes de los ríos. Y también, por supuesto, la cultura.
Acabo de pegarle una mirada a aquella zona con el Google Earth y realmente es así, es como una gran cuerda que cierra el Mar de China por el Este y casi se podría saltar de isla a isla desde Filipinas hasta Japón, pasando por Taiwán. Y en el centro está Okinawa.


La clave de Okinawa radica sin duda en su situación geográfica de verdadero puente cultural entre la milenaria China y el ignoto Japón, y en su Historia. Okinawa y el resto de las islas del archipiélago Ryu Kyu, se mantuvieron más o menos independientes tanto de China como de Japón, durante largos siglos, comerciando con todos, incluso con los europeos cuando llegaron a aquellas aguas a partir del s. XVI.


El comercio y la cultura viajan juntos en los barcos y Okinawa recibió una fuerte influencia cultural de China que no en vano era un gran Imperio: productos, gentes, religión, costumbres y artes, las marciales incluidas. No debemos perder de vista que, las artes marciales, como la primera mitad de su nombre indica y aunque algun@s puedan arrugar la nariz, forman parte del conjunto de las creaciones culturales humanas, desarrolladas por necesidad, no sólo de autodefensa, sino también como ejercicio físico y mental, desde la más remota antigüedad.
En Oriente como en Occidente los monasterios fueron las incubadoras de la cultura. Desde China llegó a Okinawa el budismo y curiosamente las artes marciales navegaron desde el Oeste de la mano de la religión: ¡A Dios rogando y con el mazo dando!




En 1609 este estado de cosas finalizó. Un señor de la guerra japonés, Ichisa Shimazu, invadió el archipiélago con sus samuráis, ya por aquel entonces armados con armas de fuego. Okinawa cayó así bajo el dominio nipón, y al igual que por ejemplo, los españoles en las cercanas Filipinas, prohibieron a los nativos portar armas, para asegurarse un más tranquilo dominio de la población y sus recursos.
Así las cosas, florecieron las técnicas de lucha con manos y pies, aprendidas de los chinos, y que ya se habían ido desarrollando y perfeccionando en aquellas islas. Y como de la necesidad se hace virtud, del tener que defenderse sin armas, -aunque sea de los propios paisanos- surgió lo que nosotros conocemos hoy en día como kárate. Manos, pies, codos, rodillas y hasta aperos de labranza sustituyeron eficazmente a los sables.
Pronto su enseñanza estuvo asimismo prohibida por los dominadores japoneses y este arte pasó a enseñarse en la clandestinidad, cubriendose de un halo de misterio que aún, en cierto modo, perdura. Así pues, el robusto desarrollo de las artes marciales en Okinawa, se lo debemos sin duda a la necesidad fomentada por los japoneses. Y su difusión a la inoportuna provocación agresiva e imperialista que les llevó a chocar frontalmente con los norteamericanos en la II Guerra Mundial.


Cuando en 1945 los marines finalmente pudieron poner su bota sobre las playas de Okinawa, en un sangriento desembarco que costaría la vida a miles de okinaweses y que representaría el preludio de la derrota nipona, nadie podía intuir que ese sería el inicio de la cuenta atrás de un viaje que catapultó al kárate –y otras artes marciales asiáticas, reconstruidas con el mismo patrón- a todos los países de lo que denominamos Occidente.
Pero el mundo es redondo y quizás no estemos hablando tan solo de un viaje de ida. Sino de ida y vuelta. En el espacio, y también en el tiempo. Un retorno desde el país del sol naciente, para volver finalmente a la soleada Grecia. A la Grecia de “clima suave y clemente”, pero de inclementes guerreros.



Proximamente:
*Las lejanas raíces griegas del kárate.
*La verdadera destreza. La aportación española a la Historia de las artes marciales.



Para saber más (y mejor):*History of Okinawa Island: http://www.hikyaku.com/summit/okhistg.html
*Okinawan style Karate history: http://www.essortment.com/all/okinawanstyle_rgsg.htm

27 de julio de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 18.

(...sigue...)

-Eso lo decía aquel conocido tuyo, el del libro de los chipirones, hace muchos años, antes de irse a Francia a enseñar. Aquel hombre, al parecer, decía que no. Y rieron los dos, al recordar los buenos viejos tiempos.
-Hoy he traído a otro Profesor de Historia.
-Y pues, ¿qué opina entonces este joven Profesor?
-La verdad, este Profesor no sabe ahora mismo qué pensar –dijo Andrés-.
Y clavó su tenedor en el muslo del pato, que espléndidamente presentado, un camarero acaba de servirle.


Salieron de allí bien tarde y más considerando que era martes por la noche. De todos modos ninguno y mucho menos el Sr. Gamisans, tenía demasiadas ganas de irse para casa. El café que había culminado la cena, junto con la brisa marina que subía fría y húmeda por la Vía Layetana desde el puerto, habían despejado el efecto de la modorra que la segunda botella de vino les había causado, e hizo aceptar a los dos jóvenes la inusual propuesta de ir a tomar una copa para coronar el encuentro. Como siempre era el anticuario el que seguía llevando la voz cantante:
-Al Marsella –dijo-, ¿saben dónde queda? Iremos dando un paseo y charlando.
Durante la cena había quedado claro que el Señor Gamisans no había jugado muy limpio al hacer llegar el libro a Andrés de una manera tan poco ortodoxa, más bien un tanto tramposa. Pero la apasionada descripción y los comentarios que hacían tanto uno como otro de los pormenores de la obra habían hecho que Gonzalo le perdonara a su jefe el haberle utilizado de una manera tan poco digna, mudando el rencor en viva curiosidad.
Caminaron a buen ritmo, cortando El Gótico en toda su amplitud y atravesaron La Rambla, casi desierta a esas horas, como no fuera por alguna oveja descarriada que no conociera de días de la semana. Siguiendo por unas calles de lo que ya era El Raval llegaron hasta un bar, en el que sólo la música de Edith Piaf o Georges Brassens podía esperarse que sonara. En cambio ésta era del todo actual como la nutrida concurrencia de jóvenes de muchas nacionalidades. Sin embargo todo, las sillas, las mesas, la barra y la decoración en general, incluso el camarero con aspecto de haber desertado de la Legión Extranjera ese mismo año, recordaban a una cierta Francia nostálgica.
-¿No irán a pedir Ustedes cerveza o un combinado como esos pipiolos? –dijo Gamisans jocoso, frotándose las manos-, ¿Aquí? ¡No se atreverán! ¡No!
Sin duda el Sr. Gamisans era el personaje más extravagante del local, tanto por su trajeado aspecto como por su provecta edad. Pero el legionario tras la barra, a buen seguro que estaba vacunado contra cualquier extravagancia y su rostro se iluminó con una sonrisa un tanto torcida cuando escuchó de boca de la camarera el pedido de aquella mesa.
-Hay absenta... he podido ver las botellas tras el mostrador... créanme, nunca la tomen a solas, siempre, siempre acompañados, sí.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

20 de julio de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 17.

(...sigue...)

Llegó el primer plato, todos pidieron los canelones tan alabados por su anfitrión y a fe que no se equivocaron. Gonzalo, mientras tanto, observaba estos primeros compases, sin intervenir, un tanto ajeno pero interesado, paladeando con deleite los untuosos matices de sabores. En un momento, eran alrededor de las nueve, el local estuvo repleto, no quedando prácticamente ninguna mesa vacía y el restaurante se ambientó con el calor de las conversaciones y los aromas de la buena comida, en una de las primeras noches, ya realmente frías de finales de noviembre. Gamisans decidió darle entrada por fin en la conversación:
-Explíquele, explíquele a su amigo el Profesor, la cantidad de Historia que se puede extraer de los objetos antiguos. Y añadió:
-Los restos materiales son sin duda la cristalización de la cultura, de las cul-tu-ras. Y las culturas son los mimbres del cesto que son todas las sociedades.
-No se esfuerce, Sr. Gamisans, Andrés peca de falta de materialismo, sobre todo de materialismo histórico –repuso Gonzalo en un guiño dialéctico a su jefe.
-No, no está tan pasado de moda –dijo Andrés en su defensa. Pero la verdad es que para ser historiador, la arqueología me ha sido siempre un tanto ajena. Y por fin atacó:
-El libro era de Usted, ¿verdad, Sr. Gamisans? -dejó caer Andrés, sorprendiendo más a Gonzalo que al propio anticuario, que pareció más bien alegrarse ante la cuestión.
-Bueno, bueno, veo que no va a defraudarme Usted, Profesor. Sincero, directo e... inteligente. Veo que se ha leído el libro enterito.
Andrés sonrió, mirando a Gamisans, que limpiaba del plato los últimos restos de bechamel con un trozo de pan pinchado con el tenedor.
-Desde el prólogo hasta el último apéndice –respondió inclinando su cabeza en un gesto afirmativo y añadió:
-Tiene una dedicatoria del autor... a Usted mismo. Lo curioso es que está en la última página, lo cual no es lo habitual.
Gamisans masticaba satisfecho mientras cruzaba sus cubiertos en el plato de loza blanca sin mirarle.
-¿Y...? No entiendo… –intervino Gonzalo-. Estaba en la cómoda aquella, junto a otros libros sin importancia... ¿Que lo escribió el Señor Gamisans, dices?
-“A mi amigo y compañero Juan Antonio Gamisans con todo mi afecto. ¡Saludos! Ignacio Olagüe” –recitó por fin el anticuario como recordando. ¿Les sirvo un poco más de vino?
Gamisans hizo los honores, mediando las copas. Los tres bebieron de ellas, mirándose pero manteniéndose en silencio, esperando a ver quién debía hablar a continuación. Enseguida trajeron los segundos platos, que vinieron acompañados de las amenas explicaciones del propietario del restaurante, el mismísimo Señor Armengol.
-Oye, Armengol, ¿tú qué crees?, ¿los árabes invadieron España, sí o no? –le preguntó Gamisans al Señor Armengol, con una mirada cómplice.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

15 de julio de 2008

La Historia de la Cultura, una historia de la Historia.


Con la Historia tratamos de comprender el tiempo. Modernamente la Historia recomenzó siendo una ciencia del tiempo congelado en los documentos: en el siglo XIX las ratas de archivo dominaban la Ciencia desempolvando legajos, traduciendo textos de los papiros, de las estelas en piedra, nombres de metal en las monedas, reconstruyendo así, la Historia Clásica de los grandes Imperios. Von Ranke, Mommsen, Taine…
Pero pronto estos gigantes que hicieron de la Historia una Ciencia, acabaron con todos los Imperios clásicos, desde Mesopotamia, hasta Roma y llegaron a las fronteras de los Tiempos Oscuros, a los tiempos, de nuevo, sin documentos y los historiadores hubieran tenido que quedarse mudos, sin nada que explicar, pues la Historia de los pueblos dio comienzo con la escritura y por poco no se les termina, en el intervalo que separa la Historia Antigua de la Edad Media.


Por falta de documentos escritos, se volvió como en una maldición, a los espacios y periodos sin Historia. Periodos sin tiempo.
Por suerte mucho antes, los arqueólogos ya habían aprendido a leer no solo en los textos sino también en los restos materiales antiguos. Las ruinas de los palacios, las tumbas y hasta los vertederos ofrecen indicios valiosos a partir de los cuales se puede deducir que ocurrió y cómo ocurrió. Ya no sería necesario tenerlo por escrito para saber: podría reconstruirse el pasado a partir de casi nada, a veces del polvo, tan solo con que fuera algo que se pudiera tocar, pesar, medir. Comparar. Los hechos podían deducirse y podrían conocerse las sociedades ágrafas.


Conforme la Historia avanzaba hacia el presente siguiendo la trayectoria de la flecha del tiempo, tropezó con otra Ciencia, la Antropología, que la puso de nuevo en una interesante tesitura: ¿Qué pasaba con aquellos hechos de las sociedades humanas del pasado que no dejaban restos materiales? Muchas de las manifestaciones culturales imprescindibles para entender una sociedad presente o pasada no dejan casi huellas evidentes en el registro arqueológico. Además son manifestaciones de la cultura popular, más allá de la Cultura con mayúsculas de la que ya se venían ocupando disciplinas como la Historia del Arte.
La Antropología, en cambio, la ciencia que estudia las sociedades humanas del presente, tiene la oportunidad de observar todas estas facetas de la cultura humana in situ. Reconociendo esta necesidad de abrir el foco, hechos culturales como las tradiciones, los miedos, la cultura popular y las mentalidades entraron a formar parte también de los estudios históricos. Y nacieron campos nuevos como la Historia de la Cultura, quedando así todos los fenómenos históricos, sociales y culturales encuadrados dentro de la que se denominó Historia total.


Tendemos a creer que la cultura se transmite en una sola dirección. Que las cosas vienen de un sitio donde surgen y sencillamente van a otro. También que la cultura tiene fronteras. Y que los hechos culturales son estáticos, que no se modifican, que no mutan, que no cambian a lo largo del tiempo. Y es todo esto precisamente lo que nos despista: el espacio y sobre todo el tiempo, como una variable que no podemos abarcar.
Un buen ejemplo de cómo se transmite la Cultura a lo largo del espacio y el tiempo lo tenemos en un fenómeno cultural a priori tan excéntrico como pueden ser las artes marciales. Que como su propio nombre indica, también son Artes.



PRÓXIMAMENTE:
*La clave de Okinawa. El kárate y los misterios de la transmisión cultural: un viaje de ida y vuelta.
*Las lejanas raíces griegas del kárate.

*La verdadera destreza. La aportación española a la Historia de las artes marciales.



Para saber más (y mejor):
*B.Casado y allii: Tendencias historiográficas actuales, (U.N.E.D.)

13 de julio de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 16.

(...sigue...)

-Por favor, por favor, no tiene por qué –dijo Gamisans levantándose como movido por un resorte, tendiéndole a su vez la mano. Le agradezco infinito que haya podido venir, in-fi-ni-to, -remarcó-, sus clases...
-Hoy no tenía...
-¡Ah!, bien, veo que lleva el libro, estupendo, estupendo, pero por favor sentémonos.
-Sí, quería devolvérselo, sin duda querrá Usted conservar un libro tan interesante.
-¿Ha podido terminarlo, Profesor? ¿De verdad que le ha parecido interesante? Me gustaría mucho recuperarlo, pero quizás pueda quedárselo, sí.
Andrés le miró mostrando sorpresa y quiso decir algo, pero acudió un camarero.
-¡Oh, he aquí la carta! –dijo el Sr. Gamisans. Les recomiendo, si les gusta la carne, los guisos y los rustidos, el pato, y sobre todo, sí, me encantan, los canelones, los canelones de la fonda. Son so-ber-bios. Y añadió: permítanme elegir el vino, Ustedes son demasiado jóvenes para entender, de vinos, quiero decir –y se rió de buena gana del chiste, ante la mirada sorprendida de Gonzalo y Andrés que también rieron.
-Por favor, no quiero que piensen que yo entiendo de otra cosa que no sean vinos, y antigüedades.
La cena comenzó así, distendida y hasta Gonzalo pareció relajarse, al ver que Andrés y el Sr. Gamisans habían conectado. Aquel contestaba las muchas preguntas de éste con soltura y espontaneidad, como si de dos viejos amigos se tratara. Sin embargo notaba en Andrés un cierto nerviosismo, como si hubiera algo que estuviera esperando la ocasión de plantear. Aprovechaba esos primeros compases de la conversación para evaluar y medir a su interlocutor: Su aspecto era el de un hombre maduro, al que los años no habían hecho engordar demasiado, aunque sí se notaban en su rostro las huellas del tiempo. Sobre todo en sus ojos rodeados por arrugas de expresión y en los cabellos blancos que plateaban sus sienes. Para leer la carta se colocó unas gafas de cerca, de concha marrón claro, con lentes rectangulares de cristales pequeños, sostenidas casi en la punta de su prominente nariz. Ya no se las quitaría durante la cena y por encima de ellas miraba vivaz a sus contertulios. Un cierto atolondramiento en el hablar no ocultaba que se trataba de un hombre de cultura mundana y lo que mejor pudo corroborar Andrés, con buenos conocimientos historiográficos.
-Puede creerme si le digo que la Historia, yo no la conozco tanto por los libros, aunque algunos he leído, sino que la he mamado desde bien pequeño de las propias antigüedades –le dijo.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

6 de julio de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 15.

CAPITULO V. Aquella Barcelona.

Habían pasado ya como un par de semanas desde que Gonzalo, cumpliendo la petición del Sr. Gamisans, le diera el libro a Andrés. Desde aquel día, Gamisans, que nunca era demasiado locuaz, le solía preguntar a diario por la opinión de su amigo “el Profesor” acerca de la obra. Y tanta insistencia la verdad es que estaba comenzando a despertar la curiosidad de Gonzalo sobre el tan traído y llevado ejemplar, el cuál apenas había hojeado antes de hacérselo llegar a su colega. El tema comenzaba a llevarle de cabeza, además, no se habían visto desde entonces, y decidió que le llamaría esa misma tarde. De paso se lo comentó al Sr. Gamisans, que andaba por la tienda rondando, antes de que volviera a preguntar una vez más. Para su sorpresa Gamisans, le acercó el teléfono, plantándoselo delante de las mismas narices:
-Estupendo, a qué espera, llámele ahora. Propóngale a ese caballero, un encuentro para cenar, en un sitio que será a buen seguro de su agrado. Por supuesto, Gonzalo, que Usted será también bienvenido a acompañarnos y podrá atender nuestra interesante y amena conversación, sí.
-Cenaremos en el restaurante de un conocido mío, no lejos de aquí –añadió finalmente, antes de retirarse satisfecho a su despacho en el fondo de la trastienda, dando por hecho el asunto.




Unos diez minutos más tarde de la hora convenida para la sorprendente y repentina cita, Andrés llegó al lugar indicado. En la calle Argentería: “El Senyor Armengol”. Era uno de aquellos restaurantes que, habiéndole llamado siempre la atención, nunca se había dado a sí mismo el gusto de probar. Nada más traspasar la puerta, en el mismo momento que el maître acudía a recibirle, vio a su amigo Gonzalo, sentado frente al que sin duda alguna debía ser el famoso Sr. Gamisans. Ambos estaban delante de sendos vasos de vermú y a Gonzalo se le veía, la verdad, un poco tenso, sin duda por lo extraño de la situación, compartiendo mesa y mantel por vez primera con su jefe. En cambio Gamisans aparecía exultante, luciendo una pajarita granate con topos blancos, que era como la guinda del traje con chaleco gris, de cuadros príncipe de Gales, serio, de buen corte, aunque un poco trasnochado, que vestía.

Andrés avanzó por entre las mesas, siguiendo al maître, llevando en su mano una carpeta y sobre ella, luciéndolo de manera ostentosa, el libro en cuestión.

Se disculpó por la impuntualidad.


(continuará...)


*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

1 de julio de 2008

"Golfus" de Roma: los publicanos y las crisis alimentarias.


Este domingo hasta he leído el diario. Y se me han calentado peligrosamente las meninges.
Como en el pecado tengo mi penitencia y vosotros conmigo por venir por aquí a mirar, pues ahí va otra de colusiones, crisis y golferías impresentables, para castigar a todos aquell@s que aún no estén lo bastante idiotizados por el fútbol y la tele como para no interesarse por lo que a través de la Historia sigue pasando.
Pues bien, me he desayunado con un revelador artículo de César Molinas, que a partir de las lúcidas conclusiones que la investigación de Michael W. Masters ofreció en el Comité de Seguridad Nacional del Senado norteamericano, es muy esclarecedor sobre el verdadero trasfondo de la crisis alimentaria que castiga los bolsillos, y lo que aún es más grave, los estómagos de millones de personas a las que amenaza con empujar en los siniestros brazos del hambre y la desesperanza injusta. Ciertamente, no es que se haya descubierto nada nuevo, pero el citado informe desmonta toda una serie de medias verdades, que a menudo son peor que las propias mentiras, y señala con el dedo acusador a los verdaderos causantes de este odioso sinsentido que representa que el comer cada día se pueda llegar a convertir todavía más en un lujo, e incluso en una angustiosa incógnita, cuando no existen en absoluto ni escaseces, ni desastres naturales, ni otras causas ni por el lado de la oferta o de la demanda que lo justifiquen. Ni el biodiesel, ni los voraces chinos: sencillamente la especulación salvaje sobre las cosas de comer. Como en el caso de la paralela crisis bursátil, no hay que buscar a los responsables en desiertos lejanos o montañas remotas, sino que los podemos encontrarlos cómodamente sentados al calor de la colusión, la ambición desmedida y los intereses creados, en las propias instituciones del corazón del Imperio. En definiva se trataría de cuatro golfos o de cuarenta ladrones, lo mismo da.

En el centro de toda esta miseria se sitúa la Chicago Board of Trade (CBOT), la mayor bolsa de materias primas, que incomprensiblemente (o no) ha abierto sus puertas de par en par a la entrada de un nuevo tipo de especuladores, grandes fondos de inversión, autorizados para operar con trigo, metales o petróleo sin ninguna limitación, como si fueran acciones o bonos. Hasta ahora sólo podían hacerlo así los llamados operadores comerciales, grandes compradores de materias primas para su actividad, que utilizaban este mercado meramente para asegurar sus suministros futuros. Ni los reguladores de la CBOT ni por supuesto ningún organismo de control gubernamental han querido poner coto a estas peligrosas maniobras, que hacen ganar mucho dinero a unos pocos a costa del hambre de muchos. El contubernio se ha salido tanto de madre que ahora es una amenaza para la seguridad nacional. Del Imperio.
Esta colusión entre gobiernos y especuladores, por supuesto no es nueva. Se dio a gran escala por ejemplo en la antigua Roma. Los orígenes de las modernas corporaciones deben buscarse en las sociedades de publicanos, formadas alrededor de las concesiones que el Senado romano concedía para la recaudación de los tributos y en definitiva la explotación su recién adquirido Imperio: tributos, minas, esclavos, puertos, naciones enteras, cayeron, en cierto modo, en manos de compañías privadas, formadas por unos ambiciosos personajes, los publicanos, que acabaron por guiar tras las bambalinas, la política expansiva del Imperio romano, amasando enorme fortunas, explotando los bienes conquistados a sangre fuego por las legiones, en su propio beneficio y en el de sus corruptos patronos en el Senado y las instituciones del Estado Romano. Fueron seguramente las primeras compañías por acciones, que fueron a su vez objeto de compra y venta especulativa e incluso pudieron dar lugar a la primera burbuja financiera conocida.

En definitiva nada nuevo. Hoy al igual que en Roma, los servidores llegaron a dominar a sus propios amos. Y el Senado del ¿Pueblo? Romano, acabaría convertido en títere de estos especuladores.
No en vano estos edificios conservan un cierto aire, muy romano.


Para saber más (y mejor):
*Bolsa de Comercio de Rosario, “Testimonio de Michael W. Masters ante el Comité de Seguridad interna y asuntos gubernamentales”:
 http://www.bcr.com.ar/Publicaciones/serie%20de%20lecturas/Michael%20Masters%20ante%20el%20comit%C3%A9%20de%20seguridad.pdf
*Suplemento “Dinero” de La Vanguardia, César Molinas: “Materias primas: ¡pinchen la burbuja!,
 

*Chicago Board of Trade: http://www.cbot.com/
 

* Edward Chancellor: Devil Take the Hindmost, A History of Financial Speculation.

* Ulrike Malmendier, Law and Finance at the Origin: 

http://www.econ.berkeley.edu/~ulrike/Papers/JEL%20Revised%20Proposal.pdf