LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 17.
(...sigue...)
Llegó el primer plato, todos pidieron los canelones tan alabados por su anfitrión y a fe que no se equivocaron. Gonzalo, mientras tanto, observaba estos primeros compases, sin intervenir, un tanto ajeno pero interesado, paladeando con deleite los untuosos matices de sabores. En un momento, eran alrededor de las nueve, el local estuvo repleto, no quedando prácticamente ninguna mesa vacía y el restaurante se ambientó con el calor de las conversaciones y los aromas de la buena comida, en una de las primeras noches, ya realmente frías de finales de noviembre. Gamisans decidió darle entrada por fin en la conversación:
-Explíquele, explíquele a su amigo el Profesor, la cantidad de Historia que se puede extraer de los objetos antiguos. Y añadió:
-Los restos materiales son sin duda la cristalización de la cultura, de las cul-tu-ras. Y las culturas son los mimbres del cesto que son todas las sociedades.
-No se esfuerce, Sr. Gamisans, Andrés peca de falta de materialismo, sobre todo de materialismo histórico –repuso Gonzalo en un guiño dialéctico a su jefe.
-No, no está tan pasado de moda –dijo Andrés en su defensa. Pero la verdad es que para ser historiador, la arqueología me ha sido siempre un tanto ajena. Y por fin atacó:
-El libro era de Usted, ¿verdad, Sr. Gamisans? -dejó caer Andrés, sorprendiendo más a Gonzalo que al propio anticuario, que pareció más bien alegrarse ante la cuestión.
-Bueno, bueno, veo que no va a defraudarme Usted, Profesor. Sincero, directo e... inteligente. Veo que se ha leído el libro enterito.
Andrés sonrió, mirando a Gamisans, que limpiaba del plato los últimos restos de bechamel con un trozo de pan pinchado con el tenedor.
-Desde el prólogo hasta el último apéndice –respondió inclinando su cabeza en un gesto afirmativo y añadió:
-Tiene una dedicatoria del autor... a Usted mismo. Lo curioso es que está en la última página, lo cual no es lo habitual.
Gamisans masticaba satisfecho mientras cruzaba sus cubiertos en el plato de loza blanca sin mirarle.
-¿Y...? No entiendo… –intervino Gonzalo-. Estaba en la cómoda aquella, junto a otros libros sin importancia... ¿Que lo escribió el Señor Gamisans, dices?
-“A mi amigo y compañero Juan Antonio Gamisans con todo mi afecto. ¡Saludos! Ignacio Olagüe” –recitó por fin el anticuario como recordando. ¿Les sirvo un poco más de vino?
Gamisans hizo los honores, mediando las copas. Los tres bebieron de ellas, mirándose pero manteniéndose en silencio, esperando a ver quién debía hablar a continuación. Enseguida trajeron los segundos platos, que vinieron acompañados de las amenas explicaciones del propietario del restaurante, el mismísimo Señor Armengol.
-Oye, Armengol, ¿tú qué crees?, ¿los árabes invadieron España, sí o no? –le preguntó Gamisans al Señor Armengol, con una mirada cómplice.
(continuará...)
*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.
Llegó el primer plato, todos pidieron los canelones tan alabados por su anfitrión y a fe que no se equivocaron. Gonzalo, mientras tanto, observaba estos primeros compases, sin intervenir, un tanto ajeno pero interesado, paladeando con deleite los untuosos matices de sabores. En un momento, eran alrededor de las nueve, el local estuvo repleto, no quedando prácticamente ninguna mesa vacía y el restaurante se ambientó con el calor de las conversaciones y los aromas de la buena comida, en una de las primeras noches, ya realmente frías de finales de noviembre. Gamisans decidió darle entrada por fin en la conversación:
-Explíquele, explíquele a su amigo el Profesor, la cantidad de Historia que se puede extraer de los objetos antiguos. Y añadió:
-Los restos materiales son sin duda la cristalización de la cultura, de las cul-tu-ras. Y las culturas son los mimbres del cesto que son todas las sociedades.
-No se esfuerce, Sr. Gamisans, Andrés peca de falta de materialismo, sobre todo de materialismo histórico –repuso Gonzalo en un guiño dialéctico a su jefe.
-No, no está tan pasado de moda –dijo Andrés en su defensa. Pero la verdad es que para ser historiador, la arqueología me ha sido siempre un tanto ajena. Y por fin atacó:
-El libro era de Usted, ¿verdad, Sr. Gamisans? -dejó caer Andrés, sorprendiendo más a Gonzalo que al propio anticuario, que pareció más bien alegrarse ante la cuestión.
-Bueno, bueno, veo que no va a defraudarme Usted, Profesor. Sincero, directo e... inteligente. Veo que se ha leído el libro enterito.
Andrés sonrió, mirando a Gamisans, que limpiaba del plato los últimos restos de bechamel con un trozo de pan pinchado con el tenedor.
-Desde el prólogo hasta el último apéndice –respondió inclinando su cabeza en un gesto afirmativo y añadió:
-Tiene una dedicatoria del autor... a Usted mismo. Lo curioso es que está en la última página, lo cual no es lo habitual.
Gamisans masticaba satisfecho mientras cruzaba sus cubiertos en el plato de loza blanca sin mirarle.
-¿Y...? No entiendo… –intervino Gonzalo-. Estaba en la cómoda aquella, junto a otros libros sin importancia... ¿Que lo escribió el Señor Gamisans, dices?
-“A mi amigo y compañero Juan Antonio Gamisans con todo mi afecto. ¡Saludos! Ignacio Olagüe” –recitó por fin el anticuario como recordando. ¿Les sirvo un poco más de vino?
Gamisans hizo los honores, mediando las copas. Los tres bebieron de ellas, mirándose pero manteniéndose en silencio, esperando a ver quién debía hablar a continuación. Enseguida trajeron los segundos platos, que vinieron acompañados de las amenas explicaciones del propietario del restaurante, el mismísimo Señor Armengol.
-Oye, Armengol, ¿tú qué crees?, ¿los árabes invadieron España, sí o no? –le preguntó Gamisans al Señor Armengol, con una mirada cómplice.
(continuará...)
*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.
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