4 de enero de 2009

LA CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 28.

(sigue...)

-¿Y no habría manera de contactarle? –preguntó Andrés interesado-. Me gustaría hablar con él y comentarle lo que me está pasando.
-Bueno, me dejó un número de teléfono móvil por si ocurría algo urgente. Pero insistió en que no debía dárselo a nadie bajo ningún concepto.
-¡Oh, bueno, podré esperar al regreso del gran hombre! –ironizó Andrés con un deje de cinismo-. La verdad es que sospecho que tu jefe tiene bastante que ver con mis actuales tribulaciones. No acabo de captar hasta que punto, pero pienso que tiene algo que ver…Pero no creo que mis nimios problemas sean algo “urgente” para el Sr. Gamisans, claro.
-No sé, quizás regrese la próxima semana y puedas pasarte por la galería. Pero ahora apresúrate que se nos hace tarde. En media hora debemos estar en “El enmascarado”.
-¿”El enmascarado”?, ¿No es ese el local donde tienes que ponerte un antifaz?
-Te lo explicó por el camino –dijo finalmente Gonzalo levantándose y retirándole el plato a su colega sin escuchar sus airadas protestas, pues aún no había acabado-. Iremos en mi “vespa”.



“El enmascarado” fue durante un tiempo uno de los locales más desmadrados. Gonzalo conocía muy bien sitios como aquel de la zona alta de Barcelona. Éste estaba en la Avenida del Tibidabo, en uno de los típicos caserones de la cuesta por donde subía y bajaba la última línea de tranvías de una ciudad antaño más romántica y ahora hacía ya mucho tiempo dominada por los autobuses, los automóviles y el transporte subterráneo. Haciendo honor a su nombre, estaba verdaderamente enmascarado, pues no habiendo ningún letrero ni nada que delatara su existencia como local de ocio, los que estaban en el conocimiento del mismo accedían a él llamando a un timbre, como si de un bar de mala nota se tratara. Los clientes procuraban no hacer ruido en la calle ni acudir en grandes grupos ya que de otro modo era seguro que la puerta de ningún modo se abriría. Además siempre se salía por la parte de atrás tras recorrer un pequeño túnel que daba a un descampado en el cual se erguía una gasolinera. Mucha gente cuando venía, dejaba su coche allí y daba la vuelta caminando para poder entrar. Eso fue lo que Gonzalo y Andrés hicieron.
La entrada no fue problema, pues Gonzalo era de los habituales. En el hall, junto con el ticket de la entrada con consumición les dieron un antifaz negro, de cartulina con una goma, como los de los niños. La mayoría de la gente lo llevaba puesto, divertida con su sobrevenido anonimato. Gonzalo también se había colocado el antifaz nada más entrar, pero no había podido convencer a su estirado acompañante, que lo llevaba aún colgado de la mano.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

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