18 de enero de 2009

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 29.

(sigue...)

La decoración muy recargada, remedaba la de los palacios venecianos del siglo XVIII y la iluminación era escasa, con luces indirectas que incidían sobre las paredes y el techo artesonado, profusamente decorado con frescos mostrando escenas de caza. Alrededor, había mesitas aquí y allá, quizás recuperadas de tiendas de anticuario, muchas de un estilo algo rococó, cómodos sillones y sillas a juego con la decoración. La barra ocupaba una longitud inmensa en uno de los lados y estaba copada por una doble fila de clientes que reclamaban sus consumiciones. A Andrés le llamó la atención que algunas de las camareras llevaban vistosos pelucones como los de la corte del Rey Sol.
-La propietaria es una historiadora del arte –le dijo Gonzalo gritándole al oído.
La música llenaba el ambiente y amortiguaba las voces y las risas de la sala que estaba ya muy llena a aquellas horas. Empezaron a merodear, esperando dar con la nueva amiguita de Gonzalo. Después de un rato dando vueltas entre la gente, vieron a una chica que bailaba sola en una de las esquinas de la pista, vestida totalmente de negro, con unos pantalones muy ajustados, sosteniendo un vaso de tubo. Gonzalo se la señaló a Andrés, arrastrándole hacia ella apresurado, como un sabueso que por fin ha dado con la presa.
-¡Mira está allí! Es la morena alta con el pelo corto. Te la voy a presentar.
Andrés observó que llevaba también la máscara. Solamente cuando llegaron junto a la chica, a Andrés empezó a hacérsele familiar, le recordaba a alguien. Recibió a Gonzalo con un casto beso en la mejilla, que sin duda no era lo que éste esperaba, y levantándose el antifaz sobre la frente extendió la mano para saludar a Andrés:
-Buenas noches Profesor, me alegra ver que su cerámica le deja a Usted tiempo para salir por las noches –le dijo, sorprendiéndole por un instante hasta que la reconoció.
-Doctora Marta Gaitán, -respondió Andrés un poco azorado, ¡era la nueva profesora que ahora estaba dando sus clases!-, no esperaba de ningún modo verla por aquí –balbuceó, inseguro ante la situación.
Enseguida pensó que aquello no podía, de ningún modo, ser ninguna casualidad. Andrés no creía en ellas. Miró a Gonzalo, que estaba un tanto chocado y empezó a sentir un vértigo extraño, mareado por la sonrisa arrogante de la Doctora, que los despidió a los dos con cajas destempladas, como si hubiera venido hasta allí tan solo a burlarse. Y ahora sí, Andrés decidió que lo mejor sería ponerse él también el antifaz.


(continuará...)


*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

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