21 de diciembre de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 27.

(sigue...)

-Bueno, ¡anímate!, después de cenar he quedado con “la fumadora”, acordamos que nos veríamos en un local muy exclusivo e interesante, de vez en cuando hay que bajarse de la cama, je, je. Te la voy a presentar... a lo mejor tiene amigas…
-A lo mejor –contestó lacónico Andrés-, pero a mi sólo me apetece irme a casa a dormir con mi “depre”.
-¡De eso nada! Además, antes tengo que enseñarte un esquema que he puesto en la pared de mi despacho – y remachó-, me he leído el libro enterito ¿sabes?, pero tengo algunas dudas.
Empezaron a cenar, al principio no demasiado animados, maridando, si se puede decir así, el pollo de Gonzalo, acompañado con deliciosas patatas fritas de bolsa y con la sidra que había traído Andrés. Poco a poco éste se fue relajando, olvidando los problemas que le habían surgido como por ensalmo en estos últimos días. Para él no eran ninguna broma, costaba mucho abrirse un hueco como profesor en la Universidad y esta situación representaba un auténtico revés para alguien que deseaba dedicarse profesionalmente a la Historia. Un negro horizonte de incertidumbre y de onerosas oposiciones a cualquier cosa, alejado de su pasión, parecía estar esperándole a la vuelta de la esquina trazando un futuro poco esperanzador.
La conversación se fue abriendo paso y hacia el final de la cena a Andrés ya no le parecía tan mala idea el salir por ahí a divertirse. Su animado colega tenía la habilidad de remontarle en los momentos difíciles. Era una persona que respiraba optimismo a raudales, que vivía el momento presente sin preocuparse demasiado por el porvenir. Eso sí, prohibió a Gonzalo, al menos por aquella noche, preguntarle nada acerca del libro.
-¡No quiero saber nada ni de godos ni de árabes –le dijo-, así que dejemos tus dudas históricas para mejor momento!
-Le preguntaría a Gamisans –se conformó Gonzalo-, pero lleva bastantes días desaparecido. Me dejó una nota para que me hiciera cargo del negocio, ni siquiera viene a cerrar la tienda como hace siempre.
Este hecho no les pareció a priori muy significativo, pues Gonzalo no llevaba mucho tiempo trabajando para el anticuario y Andrés apenas le conocía. Suponían que sería normal, que tendría otras cosas de las que ocuparse, o que estaría por ahí adquiriendo piezas para la exposición.

(continuará...)


*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

10 de diciembre de 2008

Disturbios en Grecia, de nuevo el fuego griego.

Ilustración del manuscrito del historiador bizantino Ioannes Skylitzes (s. XI), conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid.


Excusándome en la pretensión de querer estar informado a todas horas, hace ya unos cuantos años que me aficioné a escuchar en la radio alguna de esas emisoras que ofrecen noticias de manera continuada. Para mí en principio fueron una novedad interesante, ¡las noticias al minuto!, pensé, pero luego tuve que reconocer que si las tenías sintonizadas todo el día lejos de informar aburrían; si te quedas escuchando más de una hora se convierten en una práctica obsesiva y para nada informativa. Y para nada renuevan la información al minuto.
Repiten cada poco, en el mismo orden, con las mismas palabras e incluso con la misma entonación las noticias enlatadas y listas para servir por alguna de las pocas agencias de noticias que son las que realmente dominan y controlan activamente lo que se escucha, lo que se ve, y lo que se lee, allende y aquende la Mar Océana.
En el momento en que realmente reflexioné sobre por qué razón nos castigaban con la repetición machacona e insistente de los mismos mensajes y descarté la posible supina ineptitud de las personas que dirigen estas emisoras, caí en la cuenta de que son un vértice donde se dan la mano la información y la propaganda. Y me acordé de Goebbels y de su antagonista Erich Fromm, para quien el mayor peligro que afrontaba la sociedad contemporánea era el de nuestra robotización.
Últimamente estos noticiarios en carrusel han saltado a la televisión. Y es en varios de estos telenoticias donde he estado viendo unas pocas imágenes (siempre las mismas, claro, pues la fuente seguramente es única) de los disturbios que asolan desde hace unos días diversas ciudades de Grecia. Bueno, lo primero que se iluminó en mi mente al ver los incendios y los cócteles Molotov volando es “qué bonita papeleta tiene la policía allí, con el uso tan desmedido que los manifestantes hacen de las bombas incendiarias”. Y es que sólo se veía fuego, fuego griego.
Así fue como conecté mi memoria histórica y me acordé de dos cosas de los griegos del pasado.
Una, que ostentan el record mundial en cuanto a disturbios se refiere. Lo mantienen desde el año 532 d.C., de cuando la antigua Constantinopla, hoy Estambul y entonces capital del Imperio Bizantino era inequívocamente griega y en ella estalló la Rebelión
Nika que estuvo a punto de destronar a todo un Emperador como Justiniano. Me pareció tan interesante que ya lo hemos tratado en este blog.
La otra es el fuego griego. Lo de Bizancio era
un no parar y un siglo y medio después, hacia finales del siglo VII d.C. el Imperio Bizantino estaba nuevamente amenazado, una vez más desde el exterior. A primera vista el desafío provenía de los límites de sus fronteras, pero en realidad de sus propias contradicciones sociales y religiosas había surgido una nueva y potente fuerza: el Islam.
Sus guerreros llamaban ahora a las puertas del Bósforo después de haber desposeído a Bizancio de Siria, Palestina, Egipto y África.
Ahora la propia capital estaba a punto de caer presa de los ejércitos mahometanos, que tan sólo veinte años antes habían liquidado el Imperio Persa. Después de haber resistido penosamente entre otros, a godos, búlgaros, eslavos, y a los mismos persas, sólo un milagro podía salvar a los griegos del Imperio Romano en Oriente. Y ese milagro llegó de la mano de un misterioso personaje llamado
Callicinus, huído desde Heliopolis (en el actual Líbano) y que ofreció a los generales del Constantino IV un arma decisiva que les permitiría mantener a raya al Islam durante ocho siglos y que se convertiría en un secreto militar nunca desvelado.
Consistía en una mezcla inflamable imposible de apagar y que ardía incluso en el agua del mar. Los bizantinos lo montaron en las proas de sus mejores barcos, expeliéndola por unos tubos a modo de lanzallamas sobre las aterrorizadas tripulaciones de la escuadra enemiga que abrasada tuvo que levantar el asedio.
Los cruzados lo bautizarían con posteridad como “fuego griego” y con ese nombre ha llegado hasta nuestros días. A los griegos los protegió de sus enemigos y a mí, de momento, de la desinformación de la televisión.


Para saber más (y mejor):

*Bizancio!!!: http://www.imperiobizantino.com/

*Sobre el fuego griego podéis ver un muy buen post en ANFRIX que incluye un video muy interesante: http://www.anfrix.com/2007/05/el-arma-mas-misteriosa-y-enigmatica-de-la-historia/

*”Forofismo” político (pero no sólo) en Bizancio: http://historia-por.blogspot.com/2008/03/forofismo-poltico-pero-no-slo-en.html.

7 de diciembre de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 26.

Como no era buen cocinero en absoluto, decidió no complicarse la vida y simplemente metió un pollo en el horno, cortado a cuartos y abundantemente rociado con aceite de oliva y limón. Dispuso en la mesa su mejor vajilla, la de Ikea, y unas coloridas servilletas de papel. La bebida la dejó en manos del ilustre invitado y el postre quedó encomendado a la buena de Dios de lo que pudiera quedar de fruta o de helado en el congelador.

Ese viernes, cuando llegó Andrés, enseguida vio en él esa cara de preocupación con un deje de rebelión indignada que ya conocía de otras malas épocas. Nada más entrar por la puerta le soltó una bolsa de supermercado conteniendo dos magníficas botellas de sidra “el Gaitero”.
-Para ahogar las penas –le dijo, y mirándole desafiante añadió-, ¿qué pasa? A mí me gusta y no te preocupes que ya la traigo fría de mi casa.
-Bueno, bueno, ¿pero qué sucede?
-Creo que es ese dichoso libro, -Andrés suspiró entrando en el recibidor-, comenté algo sobre el mismo en una reunión del Departamento y por lo visto desperté las suspicacias del Catedrático. No entiendo por qué, al fin y al cabo los argumentos son impecables, desde mi punto de vista, claro, y merecen al menos ser debidamente considerados.
Gonzalo le miraba boquiabierto, aunque no realmente sorprendido, más bien divertido.
-Hombre, yo también me he leído ese libro. ¡Dice sin tapujos que los árabes no invadieron España y eso es una herejía muy gorda! –dijo, inflexionando el “muy” para remarcarlo-. Es como dudar de la Teoría Keynesiana en una reunión del Banco de España, ¡tú verás!
Andrés puso los ojos en blanco, no quería oír hablar de Historia y se le veía ciertamente cansado, sin ganas de nada. Pasaron al pequeño salón del piso, dónde ya estaba la mesa preparada, tan solo faltaba sacar el pollo de horno y descorchar la sidra. Andrés se dejó caer abatido en una de las sillas. En ese momento comenzó a percibir un olor extraño que, de manera muy tenue parecía impregnar las cortinas, destacando incluso por encima del sabroso olor que venía de la cocina.
-Huele como a tabaco, ¿no habrás empezado a fumar?
Gonzalo entró en ese momento en el comedor, sonriendo, enarbolando la bandeja con el pollo por encima de su cabeza y punteando en el suelo unos pasitos de baile.
-¡No me digas! –exclamó Andrés comprendiendo-. ¡Menos mal que alguien tiene algo de suerte! ¿Y quién es la fumadora?
-Pues una historiadora incauta llamada Marta, que entró en la tienda de antigüedades hace un par de días…
-¿Y ya te la has traído al piso? ¿Tan rápido?-La primera vez a la noche siguiente. Rápido y mortal, me llaman –fanfarroneó exultante Gonzalo-. A lo mejor es alumna tuya y todo.
-Por eso no debes preocuparte ya, creo que no voy a subir más al estrado en esa Facultad. Usandizaga, el Catedrático, ha traído a una doctora de León para dar mis clases. Yo estoy ahora encargado de catalogar morfológicamente trozos de cerámica del fondo del Departamento. Fueron acumulados durante años de campañas de excavaciones y dormían el sueño de los justos amontonados en polvorientas cajas. Me han apartado de la docencia –dijo con una cierta tristeza.
-¿Y fue por lo que comentaste del libro? ¿Y han puesto a esa tía a dar tus clases?
-¡Cómo lo oyes!

(continuará...)


*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.