(...sigue...)
El Obispo escuchó aquellas palabras, que salían severas, escupidas de la boca de su sirviente, como si las oyera desde fuera de su cuerpo, desde arriba de la escena. Todo se había ralentizado y el instinto, ahora, dirigía sus movimientos. Se había encendido su ira. La víctima acorralada y sin escapatoria se alzaba para luchar por su vida. En un instante, bajo el capote de Oppas surgió algo que sus matarifes no esperaban que pudiera ocultar un hombre de Dios bajo el hábito. Ni siquiera Damián, que creía conocer a fondo a su Señor y que pensaba de él que era un eclesiástico tripón y apocado, lo hubiera previsto. Como un relámpago, la afilada punta de una daga de combate con la que los jinetes de la caballería goda llegaban al cuerpo a cuerpo con sus enemigos en las batallas, brilló ante los sorprendidos ojos del traidor. No tuvo tiempo de apreciar el lustroso filo del arma antes de que con un movimiento rápido, ésta le sajara la mejilla de un golpe lateral, seco, que dio con él en el suelo.
El contundente e inesperado ataque ofreció a Oppas la oportunidad de saltar torpemente, trastabillando por encima del cuerpo de Damián y salir corriendo aprovechando el desconcierto de los otros dos, que viendo derribado a su compinche, dudaban ante la tesitura de lanzarse a perseguir por la insegura penumbra a un hombre armado que se había revelado además como ciertamente peligroso, o de atender al herido.
-¡Cabrón! ¡Maldito cabrón! ¡Matadle! ¡Que no escape!
Oppas corrió espiritado, empujado por el miedo, perseguido por los desgarrados gritos de Damián, que pronto quedaron lejos. Enseguida las fuerzas le flaquearon y buscando resuello en los soportales, doblando cautelosamente las esquinas, ganó el barrio judío, donde sabía muy bien a qué puerta llamar en busca de protección. Desde que la Iglesia Romana se había hecho con los instrumentos represivos del Reino a cambio de sus bendiciones y una buena parcela de poder y bienes materiales, con el objetivo de liquidar así en este mundo la competencia religiosa en el lucrativo negocio de conducir las almas al paraíso, la alianza entre la facción más importante de la aristocracia goda y la Iglesia Trinitaria había motivado una entente opositora entre los judíos y los recalcitrantes que se mantenían arrianos. Al fin y al cabo ambos eran unitarios, de creencias no demasiado alejadas y por esa razón eran perseguidos con saña, por aquellos que habían oficiado la simbiosis del Estado visigodo y la Iglesia Católica Romana.
No pensó ni por un momento en volver al Palacio Episcopal. No sería ya más un lugar seguro para él y no podía confiar siquiera en su propia guardia personal porque sin duda había sido puesto un alto precio a su mitrada cabeza, que muchos querrían cobrar. El nuevo Comes se revelaba muy eficaz, -pensó-, tan solo llevaba una semana instalado en la ciudad y ya casi había conseguido hacer aparecer su cadáver flotando en el Betis.
Tras un sinuoso recorrido, Oppas se detuvo unos instantes, que se le antojaron eternos, escrutando en el silencio de la noche si los que le buscaban habrían logrado seguirle hasta allí. Ya no oía pasos ni carreras. Su respiración era entrecortada y sudaba copiosamente a pesar del frío. Una vez seguro de que les había dado esquinazo, se escurrió hasta el callejón que se abría oscuro, a la derecha de la Sinagoga, para ganar una discreta puerta de madera rojiza, que entreabierta, al empujarla, daba paso a un patio, en el fondo del cual arrancaba una escalera con baranda maciza de piedra labrada. Dando gracias a Dios, al Dios Único y Verdadero, por haberle permitido escapar con vida de la emboscada, ya no volvió a mirar atrás. Pero nada más entrar, cuando se vio cara a cara con dos enormes mastines que ladrando y gruñendo rabiosamente le arrinconaron contra el muro con intención de despedazarle, comprendió por qué el Rabí Shimón Sehol, dejaba la puerta abierta de su casa por las noches: Con la protección de Yahvé y sobre todo la de aquellos fieros cancerberos, podía sin duda alguna dormir bien tranquilo.
(continuará...)
*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.
LAS ZONAS OSCURAS DE LA HISTORIA Y LA COMPRENSIÓN DE LA ACTUALIDAD A TRAVÉS DE LA HISTORIA.
29 de junio de 2008
22 de junio de 2008
LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 13.
(...sigue...)
Cuando se levantaron de la mesa para salir, el bullicio de la taberna y el sentirse en un entorno inseguro para un personaje de su alcurnia, aguzaron por un momento los sentidos de Oppas, a pesar de que ya comenzaba a estar cansado. El Obispo había sido en su juventud un soldado como casi todos los aristócratas godos, y la edad y la vida muelle no habían adormecido sus viejos instintos. Una punzada en la boca del estómago, como una incómoda náusea le puso en alerta instantes antes de poner sus pies en la calle: caminaba detrás de Damián aturdido por la música disonante, las risotadas y el griterío de la tasca, cuando percibió, más que vio, que dos hombres barbados, sentados en una mesa situada a la derecha de la puerta de entrada, miraban disimuladamente a éste al pasar. Salieron, el frío de la calle golpeó su rostro, y su mente comenzó a analizar, sin que su cuerpo dejara de moverse en pos de su siervo, que le hacía de improvisado Caronte por aquel infierno de oscuras y estrechas calles. Al doblar la primera esquina del laberinto de callejas hispalenses, algo dentro de sí le decía que aquellos hombres y Damián se habían intercambiado una breve y fugaz mirada, llena de significado. Todo y que no podía estar racionalmente seguro, pues caminaba situado a su espalda, su mente no paraba. Una inquietante idea se abría paso en su cabeza. La angustia amarga del estómago ascendió a su garganta quemándole y empezó a sentirse como una bestia acorralada. Sudaba bajo el grueso capote que ahora le molestaba y todo su cuerpo se tensó con el escalofrío que precede al impulso casi irrefrenable de la huida. En ese momento oyó como la puerta de la taberna se había abierto y unos apresurados pasos se acercaban cada vez más en pos de ellos. En pos de él.
-Damián… -su voz salió como un vagido sordo, apagado pero profundo.
Éste se paró, giró, y su mirada de odio vengativo, largo tiempo contenido, su boca torcida en un rictus de dientes apretados con rabia, no necesitaban de más análisis para interpretar la traición.
Oppas retrocedió, impulsado por el miedo, con el rostro demudado. Los dos hombres de la taberna ya les habían alcanzado pero contrariamente a lo que se podía esperar, la confirmación de la encerrona, el haberlo en cierto modo previsto, le calmaron y templaron los nervios.
-Arrodillaos, Eminencia. Voy a degollaros.
(continuará...)
*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.
Cuando se levantaron de la mesa para salir, el bullicio de la taberna y el sentirse en un entorno inseguro para un personaje de su alcurnia, aguzaron por un momento los sentidos de Oppas, a pesar de que ya comenzaba a estar cansado. El Obispo había sido en su juventud un soldado como casi todos los aristócratas godos, y la edad y la vida muelle no habían adormecido sus viejos instintos. Una punzada en la boca del estómago, como una incómoda náusea le puso en alerta instantes antes de poner sus pies en la calle: caminaba detrás de Damián aturdido por la música disonante, las risotadas y el griterío de la tasca, cuando percibió, más que vio, que dos hombres barbados, sentados en una mesa situada a la derecha de la puerta de entrada, miraban disimuladamente a éste al pasar. Salieron, el frío de la calle golpeó su rostro, y su mente comenzó a analizar, sin que su cuerpo dejara de moverse en pos de su siervo, que le hacía de improvisado Caronte por aquel infierno de oscuras y estrechas calles. Al doblar la primera esquina del laberinto de callejas hispalenses, algo dentro de sí le decía que aquellos hombres y Damián se habían intercambiado una breve y fugaz mirada, llena de significado. Todo y que no podía estar racionalmente seguro, pues caminaba situado a su espalda, su mente no paraba. Una inquietante idea se abría paso en su cabeza. La angustia amarga del estómago ascendió a su garganta quemándole y empezó a sentirse como una bestia acorralada. Sudaba bajo el grueso capote que ahora le molestaba y todo su cuerpo se tensó con el escalofrío que precede al impulso casi irrefrenable de la huida. En ese momento oyó como la puerta de la taberna se había abierto y unos apresurados pasos se acercaban cada vez más en pos de ellos. En pos de él.
-Damián… -su voz salió como un vagido sordo, apagado pero profundo.
Éste se paró, giró, y su mirada de odio vengativo, largo tiempo contenido, su boca torcida en un rictus de dientes apretados con rabia, no necesitaban de más análisis para interpretar la traición.
Oppas retrocedió, impulsado por el miedo, con el rostro demudado. Los dos hombres de la taberna ya les habían alcanzado pero contrariamente a lo que se podía esperar, la confirmación de la encerrona, el haberlo en cierto modo previsto, le calmaron y templaron los nervios.
-Arrodillaos, Eminencia. Voy a degollaros.
(continuará...)
*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.
19 de junio de 2008
Los inicios de la Revolución Neolítica: La relación simbiótica entre la humanidad y sus plantas.
La
estrecha relación de interdependencia que se establecería a partir
del Neolítico entre los hombres y las especies vegetales que fue
domesticando, hunde sus raíces en el largo periodo en que los
cazadores y recolectores del paleolítico fueron cimentando su sólido
conocimiento del entorno inmediato. Fuente de todos los recursos
precisos para la supervivencia, era esencial conocer tanto los
animales, como los minerales y los vegetales. Las plantas
concretamente, no eran tan solo una fuente de recursos alimenticios
con la que complementar la dieta cárnica –o más bien al
contrario-, sino que también ofrecían a las poblaciones humanas
valiosos recursos, como materiales de construcción para hacer sus
cabañas, combustible, pigmentos para decorar sus cuerpos, palos para
hacer herramientas y útiles, e incluso medicinas y substancias
alucinógenas para sus ritos.
Con
el cambio climático del Holoceno, se desplegaron ante el ser humano
de muchas regiones de la Tierra, todo un abanico de especies, que
formaban variados ecosistemas de bosques, selvas y praderas. En ellos
el hombre tuvo que encontrar alternativas a la necesidad causada por
la desaparición de la mega-fauna glaciar, que había sido su
principal sustento durante largas eras. La mayor biodiversidad
accesible por un lado, y en otros casos la suficiente concentración
de algunas especies, hicieron a las comunidades humanas
post-paleolíticas, plantearse dos estrategias de acción:
(1)
Ampliar la gama de recursos aprovechables o
(2)
Concentrarse en unos pocos recursos, generalmente abundantes
estacionalmente.
Esto
provocó que el hombre empezara a actuar, sobre unas pocas especies,
que cumplían unos determinados requisitos. La propia actuación
humana, primeramente de mera recolección, luego de control, y luego
de cultivo, pudo provocar de manera involuntaria, que se
seleccionaran determinadas características, deseables para los seres
humanos y que estas fueran las que se fueran traspasando a las
generaciones posteriores de esas especies. Hubo de suceder así, por
ejemplo con la secuencia de aumento de tamaño de las mazorcas de
maíz en Suramérica, o la resistencia de las espigas de trigo: en
este último caso el hecho de que no se desgranaran con facilidad y
cayeran al suelo antes aún de que fueran segadas, facilitaba su
recolección y a su vez como estas plantas con espigas más
resistentes eran las que más se recolectaban, fueron a su vez la
simiente de la siguiente siembra.
El
mapa de distribución de los centros de origen de las plantas
cultivadas, muestra que el hombre, en casi todos los ecosistemas
donde tuvo lugar el desarrollo de la economía neolítica, pudo
seleccionar un conjunto de plantas, junto con las cuales desarrolló
los sistemas de cultivo, base de la nueva economía. Así pues, en el
caso concreto de Oriente Próximo, donde cereales como el trigo o la
cebada crecían de manera silvestre, el hombre mesolítico empezó a
recolectar los granos de las espigas y a manipular y almacenar estos
alimentos. Además, las concentraciones extensas de estos cereales,
acabaron causando que el hombre se estableciera, al principio de
forma temporal y periódica, para aprovechar la abundancia estacional
de este recurso. Esto a su vez provocó que se desarrollaran sistemas
de almacenaje, de reparto y control, lo cual termino por sedentarizar
a los grupos humanos, y lo que es muy importante, en la relación
hombre-planta: crear una relación simbiótica, es decir hacerlos
dependientes el uno –para su alimentación- del otro –para su
reproducción.
Asimismo,
las necesidades organizativas derivadas del almacenaje, el reparto y
el control de estos recursos básicos, cambiarían las estructuras
sociales de las bandas de cazadores-recolectores, dando lugar al
nacimiento de un nuevo tipo de sociedad humana, dependiente de otros
recursos y por lo tanto regida por otros parámetros.
Posteriormente,
el hombre en sus desplazamientos a lo largo y ancho del Planeta,
haría de muchas plantas sus compañeros de viaje, implantándolas en
lugares alejados de su zona de distribución original, contribuyendo
a su éxito como especie, llegando así a cubrir zonas que
dificilmente hubieran colonizado por si mismas. No queda claro, en
definitiva, si es el ser humano el que se sirve de estas plantas, o
son estas las que se sirven del hombre, para crecer y multiplicarse.
*Comida y civilización (Alianza Ed.) C. Ritchie
*Al oeste del Edén (Ed. Síntesis) Bernabeu/Aura/Badal
*Los orígenes de la civilización (Ed. Crítica) Ch. L. Redman
15 de junio de 2008
LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 12.
(...sigue...)
Esa fue la desafiante respuesta. Ipso facto se levantaron, como ofendidos y giraron sobre sus talones, saliendo de la taberna sin dignarse a despedirse ni volver la espalda y llevándose su dinero.
-Mi Señor, no había necesidad de que tratarais con esa gente.
-Me gusta ver y tocar el paño que compro, Damián. No sé si son totalmente de fiar y creo que no van a cumplir sus acuerdos. No se retirarán de la tierra que ganen. Cuando recuperemos la Corona y unifiquemos de nuevo el Reino, tendremos que enviarles a Táric para que vuelva a confinarlos en sus montes, de donde esas bestias no se atrevían a bajar cuando él estaba por allí.
Damián miró al Obispo suspicaz, al oír mencionar el nombre del Gobernador de Tingis. Pero se mordió la lengua para no preguntar por él.
-Esta vez parece que a los vascones les hemos llamado nosotros…
-Hay mucho en juego, Damián. Sabes hasta qué punto peligran nuestras vidas. Ayer recibí informes de la Corte: parece que el nuevo Arzobispo de Toleto ya pidió hace unos meses las actas originales del último Concilio que presidiera mi Ilustre hermano. Las ha sacado del Archivo del Obispado, seguramente con la intención de hacerlas desaparecer y convocar uno nuevo que trastoque todo. En Toleto todo está en nuestra contra y eso nos acarrearía aún más problemas.
Los dos hombres se miraron por un momento en la ruidosa penumbra de la taberna. Era una mirada de comprensión mutua que excusaba de más conversación. Decidieron no demorarse por más tiempo y no exponerse innecesariamente a que algún parroquiano reconociera al Obispo oficiando en tan embarazosa ermita. Una vez acabadas las Sagradas Procesiones de la Primavera, Oppas esperaba partir hacia Portus Magnus[1], allí en su villa fortificada, sin duda un lugar mucho más seguro cuando se precipitasen los acontecimientos, le esperaba su familia. Una vez instalado y a salvo, enviaría a Damián, esta vez a Tarracona, con una escolta y un mensaje para su sobrino Agila. En éste le conminaría a proclamarse Rey de toda Spania, tal como era el deseo de su padre y daría cumplida cuenta de los últimos movimientos para, desde la Bética, organizar un levantamiento en contra del nombramiento de Róderic como Rey.
Oppas esperaba contar con la complicidad de todos aquellos magnates que en la periferia, independientes de facto, no estaban interesados en tener un Rey fuerte en el trono de Toleto, así como con el apoyo financiero de los judíos que no querían para nada volver a los tiempos de persecución anteriores al reinado de Witiza.
El cepo que atenazaría a Róderic y a los suyos hasta quebrarlos, estaba ya casi armado.
[1] Portus Magnus era un puerto de la costa de Almería. Muy importante en su época, ya que tenía un intenso tráfico comercial con el Norte de África y el Mediterráneo Oriental.
(continuará...)
*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.
Esa fue la desafiante respuesta. Ipso facto se levantaron, como ofendidos y giraron sobre sus talones, saliendo de la taberna sin dignarse a despedirse ni volver la espalda y llevándose su dinero.
-Mi Señor, no había necesidad de que tratarais con esa gente.
-Me gusta ver y tocar el paño que compro, Damián. No sé si son totalmente de fiar y creo que no van a cumplir sus acuerdos. No se retirarán de la tierra que ganen. Cuando recuperemos la Corona y unifiquemos de nuevo el Reino, tendremos que enviarles a Táric para que vuelva a confinarlos en sus montes, de donde esas bestias no se atrevían a bajar cuando él estaba por allí.
Damián miró al Obispo suspicaz, al oír mencionar el nombre del Gobernador de Tingis. Pero se mordió la lengua para no preguntar por él.
-Esta vez parece que a los vascones les hemos llamado nosotros…
-Hay mucho en juego, Damián. Sabes hasta qué punto peligran nuestras vidas. Ayer recibí informes de la Corte: parece que el nuevo Arzobispo de Toleto ya pidió hace unos meses las actas originales del último Concilio que presidiera mi Ilustre hermano. Las ha sacado del Archivo del Obispado, seguramente con la intención de hacerlas desaparecer y convocar uno nuevo que trastoque todo. En Toleto todo está en nuestra contra y eso nos acarrearía aún más problemas.
Los dos hombres se miraron por un momento en la ruidosa penumbra de la taberna. Era una mirada de comprensión mutua que excusaba de más conversación. Decidieron no demorarse por más tiempo y no exponerse innecesariamente a que algún parroquiano reconociera al Obispo oficiando en tan embarazosa ermita. Una vez acabadas las Sagradas Procesiones de la Primavera, Oppas esperaba partir hacia Portus Magnus[1], allí en su villa fortificada, sin duda un lugar mucho más seguro cuando se precipitasen los acontecimientos, le esperaba su familia. Una vez instalado y a salvo, enviaría a Damián, esta vez a Tarracona, con una escolta y un mensaje para su sobrino Agila. En éste le conminaría a proclamarse Rey de toda Spania, tal como era el deseo de su padre y daría cumplida cuenta de los últimos movimientos para, desde la Bética, organizar un levantamiento en contra del nombramiento de Róderic como Rey.
Oppas esperaba contar con la complicidad de todos aquellos magnates que en la periferia, independientes de facto, no estaban interesados en tener un Rey fuerte en el trono de Toleto, así como con el apoyo financiero de los judíos que no querían para nada volver a los tiempos de persecución anteriores al reinado de Witiza.
El cepo que atenazaría a Róderic y a los suyos hasta quebrarlos, estaba ya casi armado.
[1] Portus Magnus era un puerto de la costa de Almería. Muy importante en su época, ya que tenía un intenso tráfico comercial con el Norte de África y el Mediterráneo Oriental.
(continuará...)
*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.
10 de junio de 2008
Los inicios de la Revolución Neolítica en Oriente Medio ¿cómo se adaptaron las sociedades de cazadores y recolectores del Pleistoceno final?
El
estudio de las transformaciones en el modo de vida de algunas
sociedades humanas que basaban su subsistencia en la caza y
recolección, que tuvieron lugar hace alrededor de unos 10.000 años,
y que son el origen remoto de nuestra civilización, ha generado una
serie de enfoques, algunos de ellos demasiado unívocos, en lo
referente tanto a su origen y desarrollo en algunas zonas de Oriente
Próximo, como a su posterior expansión a las áreas adyacentes.
Para estudiar un proceso de cambio tan complicado como fue la
revolución neolítica y poder vislumbrar su desarrollo, debemos
considerar un enfoque multifactorial. No fue un proceso lineal, ni
regular, ni provocado por un solo estímulo generador. Tampoco
homogéneo, ni circunscrito a un determinado lugar. Cambios
acumulativos, transformaciones interactivas y ciclos de
retroalimentación, junto con determinados factores medioambientales,
sociales y culturales, hubieron de conjugarse a lo largo del proceso
para configurar, lo que desde nuestros días intentamos definir y
conocer sobre el origen y desarrollo del Neolítico.
Para
contestar a la cuestión fundamental de cuándo y por qué el hombre
empezó a producir sus propios alimentos, debemos empezar por hablar
de las sociedades de cazadores y recolectores del Pleistoceno final.
A lo largo de miles de años, estas sociedades habían ido
evolucionando biológica y culturalmente, desarrollando sus
capacidades adaptativas y un sólido conocimiento del entorno y los
recursos que ofrecía. Durante ese periodo las culturas de cazadores
y recolectores fueron haciéndose cada vez más fragmentadas y
especializadas en su entorno inmediato. En el Próximo Oriente, sería
en el seno de estas sociedades paleolíticas, donde tendría lugar
una larga transición, definida por:
-Una
progresiva sedentarización,
-El
uso más intensivo de los vegetales
-Una
mayor complejidad social.
Estos
cambios económicos y culturales, en el Pleistoceno final comenzarían
a acelerarse y marcarían claramente un punto de inflexión, a partir
del cuál la evolución cultural dominaría a la biológica, siendo
los cambios en la organización y en el comportamiento, los que
permitirían al hombre adaptarse y evolucionar exitosamente. En
resumen, estas sociedades paleolíticas cimentarían dos pilares
básicos fundamentales para sostener el desarrollo hacia las
sociedades agrícolas aldeanas:
-Conocimiento
del entorno y sus recursos.
-Desarrollo
de las capacidades humanas, intelectuales, tecnológicas y de
organización social, para adaptarse a un medio cambiante.
Simultáneamente
a los cambios culturales que marcarían el arranque de la revolución
neolítica, se produce el inicio de una nueva fase climática,
caracterizada en términos generales por el fin del último periodo
glaciar y la retirada progresiva de los hielos, subidas en el nivel
del mar y una atemperación gradual de las temperaturas. Si bien los
cambios fueron generales y a escala global, incidieron de distinta
manera en diversas zonas del planeta. En Oriente Medio los estudios
palinológicos revelan un cambio paulatino desde un ecosistema
dominado por estepas, frío y seco con predominio del polen de
plantas herbáceas (20.000BP), hasta un clima caracterizado por unas
temperaturas más altas y una mayor humedad. La cobertura vegetal se
hizo más densa y boscosa y aparecieron áreas de cereales y
leguminosas salvajes, siendo estas últimas la clave del primer
desarrollo agrícola.
Oriente
Medio se caracteriza por disfrutar de un ecosistema muy variado, con
zonas medioambientales que van desde el desierto hasta los bosques de
alta montaña. El régimen climático es de tipo mediterráneo con
marcadas variaciones estaciónales, tanto en las temperaturas como en
las precipitaciones, que se concentran en los meses invernales,
principalmente. Además, la gran variabilidad topográfica es un
factor importante más, para configurar un mosaico de recursos
naturales muy diverso, en un espacio geográfico relativamente
reducido e intercomunicado.
Frente
a esta situación de cambio climático, los grupos de
cazadores-recolectores de la zona optaron por dos estrategias de
supervivencia principales:
a)
Especialización en la explotación de unas pocas especies,
generalmente una o dos y en grandes cantidades. Esta primera opción
daría lugar a asentamientos cada vez más permanentes, cerca del
recurso explotado, aumentando la sedentarización de los grupos
humanos, el almacenaje y la construcción de artefactos
especializados no transportables.
b)
Ampliación del abanico de recursos explotados, para aumentar las
posibilidades y el espectro plantas y animales a utilizar. Esta
estrategia de amplio espectro pudo ser la causante de experiencias de
control y experimentación con animales y plantas.
Es
un hecho que en Oriente Próximo, se podían encontrar los ancestros
salvajes de muchas de las plantas y animales que posteriormente
serían domesticados: cereales y leguminosas, que son plantas de
crecimiento estacional y cuyos frutos pueden ser conservados y
almacenados, y animales salvajes con características que los harían
susceptibles de ser primero controlados y luego domesticados:
-Animales
sociales capaces de establecer lazos con los seres humanos.
-No
peligrosos para el hombre.
-No
competidores con la dieta humana, que pudieran aprovechar recursos
disponibles no directamente útiles para el hombre.
Ovicápridos,
bóvidos, cerdos y el caso especial y más temprano del perro,
cumplen estos prerrequisitos. En algunas zonas, los cereales
silvestres crecían tan abundantemente que había grupos de cazadores
y recolectores, que establecían campamentos a los que acudían
anualmente para recolectarlos, como revelan algunos yacimientos a
partir de los cambios en el utillaje, adaptados a las nuevas
actividades económicas. La existencia de agriotipos domesticables y
la propia explotación de estos, llevada a cabo por el hombre, daría
lugar a importantes cambios socioeconómicos, que quizás pudieron
ser la respuesta a la crisis alimentaría provocada por los cambios
climáticos y la desaparición de la gran fauna, y/o a la presión
demográfica provocada precisamente por el éxito de estas
adaptaciones económicas, como la aparición de economías basadas en
el rendimiento diferido (recolección estacional almacenamiento
reparto), o el control de los rebaños salvajes.
Estos
cambios adaptativos, ya los podemos encontrar en yacimientos de
algunas zonas de Oriente Medio, desde hace unos 20.000 años, en el
seno de sociedades humanas paleolíticas, nómadas y de economía
depredadora.
El
largo camino recorrido por estas sociedades a lo largo del
mesolítico, el precerámico y las primeras aldeas neolíticas
plenamente consolidadas, puede verse a través de la evolución de la
economía, las casas y poblados, el utillaje, los restos artísticos
y de creencias, e incluso y por primera vez en el impacto cada vez
mayor que el hombre tendrá sobre su entorno, modificando el
ecosistema de manera cada vez más acusada.
Para saber más (y mejor):
*Al oeste del Edén (Ed. Síntesis) Bernabeu/Aura/Badal
*Los orígenes de la civilización (Ed. Crítica) Ch. L. Redman
8 de junio de 2008
LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 11.
CAPITULO IV. Conspiración.
Damián salió por una portezuela del Palacio Episcopal, la que comunicaba el claustro directamente con la calle, el antiguo Decumano Máximo, deslizándose al amparo de los soportales hasta la plaza. Al otro lado ya le esperaba la figura embozada que ocultaba la identidad del Obispo. La oscuridad de la noche cubría con su manto las calles de Ispali. Caminaron por las callejas estrechas, que conocían bien, orientándose hasta alcanzar la muralla exterior. Allí, en una zona despejada, bajo una de las torres cuadradas, estaba “la Taberna del Puerco”, conocida así en honor de su antiguo propietario, aunque el de ahora, dicen que no lo era tanto. En ella se oficiaba el sempiterno culto pagano a Baco, sin embargo el dios de ningún modo hubiera considerado de su agrado los ácidos caldos de la bodega. El antro estaba alumbrado con antorchas que dibujaban claroscuros de luces y sombras en sus paredes de piedra. Desprendía un vaho cálido y pestilente, a vino, comida rancia y humanidad. El suelo estaba cubierto de paja como si de un verdadero establo se tratara. Lleno de gente y ruidoso, la entrada de los dos personajes no llamó en absoluto la atención.
-Están allí -indicó Damián al Obispo, señalando a dos hombres recios, de negras cabelleras sujetas con una cinta de cuero y vestidos a la manera de los hispanos del norte, que estaban sentados en una mesa apartada tras un puntal de madera. Lucían generosos mostachos y miraron a Damián y Oppas con un cierto desdén cuando se acercaron para tomar asiento frente a ellos.
La conversación no duró mucho, pues Damián ya había aclarado los términos del trato con ellos anteriormente. Sólo habían venido a buscar una cosa y el Obispo extrajo una saca con monedas de debajo de su capote, depositándola encima de la mesa. Los dos vascones intercambiaron unas breves palabras en su ininteligible lengua y uno de ellos, el mayor, alargó su brazo y se hizo con ella rapazmente, evaluando el contenido por su peso, mientras sostenía la bolsa de cuero sobre las palmas de sus manos. Extrajo discretamente una de las monedas y la observó con atención a la luz del candil de terracota que iluminaba escasamente la rústica mesa. Sujetándola entre sus dedos, pasaba y repasaba la yema de su pulgar sucio, por encima del motivo de una de sus caras: una cruz sobre un pedestal.
-Dile a tu amo que cuando se retiren las tropas del Rey deben cesar los saqueos -le dijo Oppas, en tono autoritario, sin disimular un mohín disgustado, incluso despectivo, con sus interlocutores.
-Los vascones no tenemos amo, godo, no lo olvides nunca.
(continuará...)
*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.
2 de junio de 2008
LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 10.
(...sigue...)
Fijó su mirada de ojos azules, ya cansados, en un arquillo de herradura cerrado con una celosía de madera, que en las mañanas soleadas llenaba de luz el altar. Su hermano, el difunto Rey Witiza no descansaba tranquilo en su tumba, contrariada su decisión póstuma de ser sucedido en el trono por alguno de sus hijos. Y él, Oppas, aún Obispo Metropolitano de la Bética, tampoco encontraba la paz en su iglesia.
Terminados los oficios, pudo ver entre los asistentes, en medio del bosque de columnas, a uno de sus siervos de confianza, con el que intercambió una breve mirada. Oppas se retiró discretamente al claustro, al que se accedía directamente por una puerta lateral de madera, para esperarle a solas y hablar con él. Era de mediada estatura, enjuto pero fuerte, de piel cetrina y ojos avispados. Se aproximó a Oppas y los dos hombres se saludaron, asiéndose brevemente por los antebrazos.
-¡Damián! ¿Qué noticias traes del Norte?
-Ekane y sus hombres ya han empezado a moverse. Hostigan Victoriacum y recorren el Deva en algarada hasta el Océano Cantábrico.
-El Rey ya marcha sobre ellos -añadió-, pude ver sus avanzadillas llegando al Ebro.
-¿Y Ildefonsus?
-El Dux de Cantabria está paralizado, encerrado en Juliobriga. Dice que es extraño que los vascones ataquen los valles cuando aún no ha terminado el invierno. No entiende por qué no respetan los pactos.
-¿Y por qué no los respetan? -le preguntó Oppas, con una media sonrisa irónica, clavándole la mirada.
-Me han acompañado dos –se limitó a responder-, quieren lo que falta.
El olor de los jazmines, que el Obispo cuidaba con mimo junto al pozo del claustro, se hizo más penetrante. Oppas inspiró profundamente atrapando su perfume y exhalando el aire poco a poco, como resignado. Hizo un gesto de comprensión con la mano y sonrió.
-Vamos a verlos, entonces –dijo-, esta misma noche.
Anochecía en Ispali, no se movía una hoja, el aire estaba calmado. Aún hacía frío y terminaba el mes de marzo.
(continuará...)
*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.
Fijó su mirada de ojos azules, ya cansados, en un arquillo de herradura cerrado con una celosía de madera, que en las mañanas soleadas llenaba de luz el altar. Su hermano, el difunto Rey Witiza no descansaba tranquilo en su tumba, contrariada su decisión póstuma de ser sucedido en el trono por alguno de sus hijos. Y él, Oppas, aún Obispo Metropolitano de la Bética, tampoco encontraba la paz en su iglesia.
Terminados los oficios, pudo ver entre los asistentes, en medio del bosque de columnas, a uno de sus siervos de confianza, con el que intercambió una breve mirada. Oppas se retiró discretamente al claustro, al que se accedía directamente por una puerta lateral de madera, para esperarle a solas y hablar con él. Era de mediada estatura, enjuto pero fuerte, de piel cetrina y ojos avispados. Se aproximó a Oppas y los dos hombres se saludaron, asiéndose brevemente por los antebrazos.
-¡Damián! ¿Qué noticias traes del Norte?
-Ekane y sus hombres ya han empezado a moverse. Hostigan Victoriacum y recorren el Deva en algarada hasta el Océano Cantábrico.
-El Rey ya marcha sobre ellos -añadió-, pude ver sus avanzadillas llegando al Ebro.
-¿Y Ildefonsus?
-El Dux de Cantabria está paralizado, encerrado en Juliobriga. Dice que es extraño que los vascones ataquen los valles cuando aún no ha terminado el invierno. No entiende por qué no respetan los pactos.
-¿Y por qué no los respetan? -le preguntó Oppas, con una media sonrisa irónica, clavándole la mirada.
-Me han acompañado dos –se limitó a responder-, quieren lo que falta.
El olor de los jazmines, que el Obispo cuidaba con mimo junto al pozo del claustro, se hizo más penetrante. Oppas inspiró profundamente atrapando su perfume y exhalando el aire poco a poco, como resignado. Hizo un gesto de comprensión con la mano y sonrió.
-Vamos a verlos, entonces –dijo-, esta misma noche.
Anochecía en Ispali, no se movía una hoja, el aire estaba calmado. Aún hacía frío y terminaba el mes de marzo.
(continuará...)
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