2 de marzo de 2008

“Forofismo” político (pero no sólo) en Bizancio.

A los occidentales nos agrada sentirnos nietos de Roma y Grecia y hasta tataranietos de Egipto.
Sin embargo, Bizancio.
Bizancio es como un antepasado repudiado de la memoria. Como una vieja tía-abuela, solterona y decrepita que no tuvo hijos y a cuya casa se mudaron, una vez muerta tras una larguísima enfermedad que acentuó su decadencia, unos vecinos extraños a los que nos negamos en redondo a reconocer como parientes. Su sociedad, su organización estatal, se alejó irreversiblemente de los modelos clásicos que tanto nos gustan, haciéndose barrocamente oriental. El boato que rodeaba la figura inaccesible de sus hieráticos Emperadores divinizados, revestidos con sedas y vaporizados con perfumes, separados del pueblo por una laberíntica burocracia palatina dominada por refinados eunucos, se nos revela ajeno a la severidad del Senado Romano, o a los dialécticos debates de le boulé ateniense. Pero en realidad yo pienso que nos traumatiza que, Bizancio, es el espejo de feria de muchos de nuestros vicios sociales y políticos.

El año 532 a.C. tuvo lugar el desenlace de una situación que a primera vista nos puede parecer inédita y fuera de lo normal. Ocurrieron en las calles de Constantinopla, una de las metrópolis más grandiosas del mundo en ese momento, los que están considerados los más sangrientos disturbios políticos de la Historia, que pudieron ser sofocados con la matanza de unos 30.000 forofos en el hipódromo de la ciudad. ¡Y cuando ya casi se habían hecho con el control del Estado Bizantino, nombrando un nuevo Emperador! Sí, no rebeldes, siquiera manifestantes, sino más bien forofos deportivos (o hooligans o tifosi, como los del fútbol), que se conjuraron y estuvieron a punto de deponer y acabar con la vida del propio Emperador Justiniano. Tal era, ya hacía tiempo, el calado de la intervención de las facciones de aficionados deportivos (los azules y los verdes) en la política interna del Estado. Nunca hemos leído que hubiera sucedido algo semejante, tratándose de la Historia Política de ningún Imperio serio, ni siquiera de ninguna república bananera. Sin embargo estamos hablando del Imperio Romano de Oriente. Y no lo digo precisamente por la dimensión de la revuelta urbana, conocida como la rebelión Nika, por el grito que significaba “¡victoria!” que solían proferir los aficionados a las carreras de carros, sino por el mero planteamiento de que grupos de forofos pudieran ser un actor político relevante en el devenir de aquel Estado.

Pues bien, el comportamiento de un forofo se caracteriza por desear por encima de todo la victoria de su equipo y la derrota del contrario, sin importar demasiado la legalidad o ilegalidad de los medios empleados. Con este esquema mental, si el “forofismo” ha infectado el campo de la política, sucede que, los votantes pertenecen a un "partido político-equipo" desde la cuna hasta la tumba.
Haga lo que haga el contrario, este siempre miente, no se escucharán sus argumentos y merecerá la derrota. Por otro lado, haga lo que haga el "partido político-equipo” del que se es forofo incondicional (aunque robe, mienta o engañe), sus forofos le votan igual.
O sea, se ve siempre la paja en el ojo ajeno y nunca la viga en el propio.
Con este panorama, los ciudadanos son defraudados una vez tras otra y encima… ¡vuelven a acudir a las urnas a votar… a los mismos! O si les da mucha, mucha vergüenza, o les han perjudicado enormemente, pues se esconden en casa y se abstienen. Por esa vez.

Esta situación, ilógica y ridícula, traspasada al debate político en un país pretendidamente democrático, invalida la esencia de la propia democracia.
¡En la antigua Atenas, en cuya Asamblea se llegó incluso a discutir si la democrácia era lo mejor para el bien de la polis, se mesan los cabellos y se estiran los pelos de las barbas!
Y así, no parece que sea en Bizancio precisamente donde están de campaña electoral una vez más, ¿o puede que sí?

Para saber más y mejor:
*Byzantium: the living fósil: http://www.istendency.net/pdf/3_03_byzantium.pdf
*Artehistoria:
http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/804.htm
*El Conde Belisario, novela histórica de
Robert Graves.
*La Vanguardia 29 de febrero “Cartas de los lectores”: Aprender a debatir del Sr. L. Esquena

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