En nuestros días el concepto de GUERRA ASIMÉTRICA
nace para definir los conflictos denominados de cuarta generación en un
contexto en el cual, tras la desintegración del Pacto de Varsovia, el riesgo de
una confrontación termonuclear entre superpotencias ha pasado a segundo
término.
A partir de la década de los ’90 del siglo
XX ha ido cobrando importancia global la aparición de múltiples conflictos con
las más diversas motivaciones (crisis sociales, enfrentamientos étnicos,
guerras por los recursos,…), en los que a menudo acaban interviniendo Estados
y/o Organismos Internacionales respaldados por estos.
El concepto de guerra asimétrica implica
que se enfrenten oponentes de tamaño y medios claramente dispares, como son los
ejércitos nacionales al uso, contra actores estratégicos “raros” que les
desafían. Estos grupos no estatales, son difíciles incluso de definir
meramente como organizaciones terroristas o carteles delictivos, pero sus
acciones a menudo desbordan las capacidades de las armadas convencionales: no
hay un oponente visible, no hay bases que destruir, ni siquiera existe un campo
de batalla físico localizable.
Se trata muchas veces de conflictos transnacionales,
que hacen buena en la guerra la frase “Act globally, think locally”.
El enemigo es quizás más pequeño y débil, pero más flexible, más rápido, más
impredecible. Exprime a fondo las enseñanzas del ARTE DE LA GUERRA
en cuanto a sacar partido del ambiente, del terreno, las debilidades del
oponente, la infiltración, el terror,…
Los Estados tienen entonces que bajar a su
terreno para confrontarles y para no sufrir allí dolorosas y humillantes
derrotas. Adaptar sus medios y tácticas, y quitarse además de encima
determinados corsés legales, limitaciones sólo concebibles para las guerras
entre iguales. Nacen así la GUERRA SUCIA, la privatización de la guerra, los
robots-soldado, el uso de medios tecnológicos innovadores aplicados en el campo
de batalla.
Los estados mayores se ven obligados al “thiking
out of the box”, y a dejar de lado las clásicas enseñanzas de Von Clausewitz.
Se requieren cada vez más menos soldados y más guerreros.
¿Son nuevas estas batallas de David contra Goliat? Desde luego que no, por ejemplo en el otoño del año 68 a. C., la única superpotencia militar del Mediterráneo por aquel entonces, ROMA, se vio atacada en el corazón mismo de su red de comunicaciones portuarias: el puerto de Ostia cercano a la capital, fue saqueado e incendiado, la flota de guerra consular allí amarrada destruida y dos senadores secuestrados, no por la marina de ningún estado enemigo, sino por una ¡FLOTA PIRATA!
Nada ni nadie parecía estar seguro. Estos piratas,
desde sus bases emboscadas principalmente en las recortadas costas de Cilicia,
en Asia Menor, hostigaban el tráfico marítimo, poniendo de relieve las
debilidades y las limitaciones de la nueva potencia.
Sin comercio seguro, si el Mediterráneo no
llegaba a convertirse en un Mare Nostrum, nunca llegaría a haber un IMPERIO en
sus orillas. Roma era un estado bien estructurado, con legiones, armada, que
dominaba sin discusión, por aquel entonces, todo el Mediterráneo Occidental.
Los piratas apenas estaban organizados,
pero el pánico se apoderó de Roma de manera tal que la República renunció a su
propia esencia y tras decretarse la Lex Gabinia –el equivalente romano
de una Patriot Act de nuestros días- los ciudadanos romanos, hasta el
momento tan celosos de su igualdad y de sus libertades, dotaron de poderes
extraordinarios al más prestigioso militar de su tiempo, Pompeyo el Grande.
Pusieron en sus manos la casi totalidad
del tesoro público e investido de poderes extraordinarios y sin limitación real
–contra lo que era costumbre en la República Romana-, Pompeyo desató
una verdadera guerra del terror en todo el Mediterráneo contra los
piratas, destruyendo sus bases, colocando regímenes títere por todo Oriente
Medio, y borrando de la superficie del mar la amenaza que por mucho tiempo
habían representado.
Fue una verdadera guerra asimétrica de la
antigüedad: un estado y sus fuerzas armadas, contra bandas de piratas apenas
coordinadas y tenuemente conjuntadas.
Sin embargo, esto tendría una enorme
repercusión interna: el poder cedido por los ciudadanos acuciados por el miedo,
ya nunca les sería devuelto.
Y la República Romana tan celosa de la
igualdad que acusar a cualquiera de sus cargos electos de querer perpetuarse en
el poder, de pretender nada menos que convertirse en Rey, era la peor
descalificación política que pudiera hacérsele, acabaría en pocos años
convirtiéndose en un Imperio.
Al final, Roma terminaría siendo regida
por un solo hombre. Curiosamente, la primera personalidad que se quedaría sola
a la cabeza del ya naciente Imperio, sería, precisamente el gran oponente de
Pompeyo, Julio
César.
Que por cierto, en su juventud había estado secuestrado. Por los mismos piratas de los hablamos.*Para saber más y mejor:
* The New York Times , Robert Harris , “Imperium: A Novel of Ancient Rome"
http://www.nytimes.com/2006/09/30/opinion/30harris.html/
*Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR)
http://www.icrc.org/WEB/SPA/sitespa0.nsf/html/6E3LH8 /
2 comentarios:
Interesante blog Gustavo. Te invito a conocer el mío, y si te interesa intercambiar links. Saludos.
Muchas gracias. Ya conocía tu blog, que había visto a través de "historiadores.net" y estaré encantando en que intercambiemos links. En breve te envio un e-mail y nos ponemos con contacto para hacerlo cuanto antes. Un saludo cordial,
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