29 de junio de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 14.

(...sigue...)

El Obispo escuchó aquellas palabras, que salían severas, escupidas de la boca de su sirviente, como si las oyera desde fuera de su cuerpo, desde arriba de la escena. Todo se había ralentizado y el instinto, ahora, dirigía sus movimientos. Se había encendido su ira. La víctima acorralada y sin escapatoria se alzaba para luchar por su vida. En un instante, bajo el capote de Oppas surgió algo que sus matarifes no esperaban que pudiera ocultar un hombre de Dios bajo el hábito. Ni siquiera Damián, que creía conocer a fondo a su Señor y que pensaba de él que era un eclesiástico tripón y apocado, lo hubiera previsto. Como un relámpago, la afilada punta de una daga de combate con la que los jinetes de la caballería goda llegaban al cuerpo a cuerpo con sus enemigos en las batallas, brilló ante los sorprendidos ojos del traidor. No tuvo tiempo de apreciar el lustroso filo del arma antes de que con un movimiento rápido, ésta le sajara la mejilla de un golpe lateral, seco, que dio con él en el suelo.
El contundente e inesperado ataque ofreció a Oppas la oportunidad de saltar torpemente, trastabillando por encima del cuerpo de Damián y salir corriendo aprovechando el desconcierto de los otros dos, que viendo derribado a su compinche, dudaban ante la tesitura de lanzarse a perseguir por la insegura penumbra a un hombre armado que se había revelado además como ciertamente peligroso, o de atender al herido.
-¡Cabrón! ¡Maldito cabrón! ¡Matadle! ¡Que no escape!
Oppas corrió espiritado, empujado por el miedo, perseguido por los desgarrados gritos de Damián, que pronto quedaron lejos. Enseguida las fuerzas le flaquearon y buscando resuello en los soportales, doblando cautelosamente las esquinas, ganó el barrio judío, donde sabía muy bien a qué puerta llamar en busca de protección. Desde que la Iglesia Romana se había hecho con los instrumentos represivos del Reino a cambio de sus bendiciones y una buena parcela de poder y bienes materiales, con el objetivo de liquidar así en este mundo la competencia religiosa en el lucrativo negocio de conducir las almas al paraíso, la alianza entre la facción más importante de la aristocracia goda y la Iglesia Trinitaria había motivado una entente opositora entre los judíos y los recalcitrantes que se mantenían arrianos. Al fin y al cabo ambos eran unitarios, de creencias no demasiado alejadas y por esa razón eran perseguidos con saña, por aquellos que habían oficiado la simbiosis del Estado visigodo y la Iglesia Católica Romana.
No pensó ni por un momento en volver al Palacio Episcopal. No sería ya más un lugar seguro para él y no podía confiar siquiera en su propia guardia personal porque sin duda había sido puesto un alto precio a su mitrada cabeza, que muchos querrían cobrar. El nuevo Comes se revelaba muy eficaz, -pensó-, tan solo llevaba una semana instalado en la ciudad y ya casi había conseguido hacer aparecer su cadáver flotando en el Betis.
Tras un sinuoso recorrido, Oppas se detuvo unos instantes, que se le antojaron eternos, escrutando en el silencio de la noche si los que le buscaban habrían logrado seguirle hasta allí. Ya no oía pasos ni carreras. Su respiración era entrecortada y sudaba copiosamente a pesar del frío. Una vez seguro de que les había dado esquinazo, se escurrió hasta el callejón que se abría oscuro, a la derecha de la Sinagoga, para ganar una discreta puerta de madera rojiza, que entreabierta, al empujarla, daba paso a un patio, en el fondo del cual arrancaba una escalera con baranda maciza de piedra labrada. Dando gracias a Dios, al Dios Único y Verdadero, por haberle permitido escapar con vida de la emboscada, ya no volvió a mirar atrás. Pero nada más entrar, cuando se vio cara a cara con dos enormes mastines que ladrando y gruñendo rabiosamente le arrinconaron contra el muro con intención de despedazarle, comprendió por qué el Rabí Shimón Sehol, dejaba la puerta abierta de su casa por las noches: Con la protección de Yahvé y sobre todo la de aquellos fieros cancerberos, podía sin duda alguna dormir bien tranquilo.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

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