27 de mayo de 2008

Piratas normandos en Galicia. Estuarios, caballos y en definitiva barcos.

Foto 1: Ruinas de las torres en Catoira.

Las denominadas Rías Bajas de la costa gallega son amplios estuarios, protegidos de las inclemencias del tempestuoso Océano Atlántico. Son delicados ecosistemas, ni marinos ni terrestres, en los que entran en íntima relación el mar, los ríos, los bosques y los humanizados campos. Y las nubes. Las nieblas marinas y las nubes cargadas de agua se condensan líquidas en las laderas boscosas asomadas a las Rías. Las lluvias se precipitan abundantes y las corrientes de agua que lamen la tierra, aportan nutrientes y marcan el nivel de salinidad que definirán todos los parámetros de la vida en aquellas aguas. Y en la tierra. Ya que esos pequeños mares son a su vez el pilar imprescindible, desde el principio de los tiempos, de la alimentación y por lo tanto del desarrollo de las sociedades humanas que habitan en sus orillas.
En las penínsulas montañosas que bordean las Rías existen unos caballos pequeños, de pezuñas duras, acostumbradas a las laderas quebradas y boscosas. Perfectamente adaptados al terreno y a defenderse del acoso de los lobos y la furia de las tormentas. Fueron desde antiguo muy valorados por su valor en el combate y ofrecieron a los naturales una ventaja definitiva para resistir en aquellos terrenos montaraces.
Todavía más al norte por el proceloso mar, existen otros estuarios más profundos, más angostos y fieros. Los fiordos. Allí vive también una raza de ponis muy similares, los fjords. Y no es casualidad ya que la geografía manda y ha hecho otros caballos similares allí donde las condiciones lo eran. Y de esas gargantas marinas, en las tinieblas de la Edad Media, surgió el grito de guerra de los últimos pueblos paganos de Europa. Hacia el siglo IX d.C. y por causas aún no bien definidas, los vikingos desbordaron sus costas y como una marea imparable cabalgando las olas en sus veloces barcos comenzaron a saquear las indefensas riberas de la Ruta del Oeste -la Vestvegr- sedientos de botín. El impacto fue impresionante, extendiendo el terror de modo tal que en muchas iglesias se rezaba “de la furia de los normandos, líbranos Señor”.
Al arribar a la tierra que las sagas -las tradiciones escritas de los navegantes nórdicos-, denominan el País de Far o Jakobsland, en referencia al faro romano de la Torre de Hércules o a la piadosa –y rica- Santiago de Compostela, estos violentos piratas invencibles encontrarían desde el primer momento no sólo caballos como los suyos sino también la horma de su zapato. No venían de nuevo los navegantes nórdicos por allí. Se sabe que ya unos siglos antes los piratas hérulos habían atacado estas costas, en las que curiosamente ya encontraron recién instalados a otros emigrantes de origen escandinavo: los vándalos, que llegaron por tierra y se asentaron hacia el 411 aliados con suevos y alanos. Reemplazaron en esa zona el dominio directo del Imperio Romano. Pero sólo el directo. El indirecto, perduraba en manos de la Iglesia Católica, heredera de la organización administrativa y militar romana, y seguía allí agazapado, en las iglesias y en los profundos recovecos mentales de la religión, para organizar, enfrentarse a todo poder foráneo y perdurar.
Ante la amenaza que representaban los vikingos, entre cuyos objetivos estaban monasterios y sedes obispales, pilar del dominio temporal de la Iglesia, en Galicia, los propios obispos no dudaron en ponerse a la cabeza de las huestes, empuñar la espada y levantar fortificaciones y murallas. La pieza principal del sistema defensivo fue el Castellum Honesti, construido a mediados del s.X en el fondo de la Ría de Arosa para barrar la puerta de entrada a la sede obispal de Iria Flavia, más tarde, por causa de su expuesta situación, trasladada a Santiago de Compostela. Gracias además a la fiera determinación de los habitantes y como no, sus prácticos caballos, los vikingos no podrían mantener apenas posiciones de dominio duraderas a pesar de obtener con frecuencia éxitos relevantes y de haberlo intentado con insistencia.
En uno de los sillares de esta fortaleza, estaba labrada la siguiente inscripción, que sería como una preclara premonición del fin del peligro normando y que nos revela hasta que punto la Iglesia tenía desde buen principio las ideas claras sobre cual sería la solución definitiva del problema de las incursiones vikingas: "Con este signo o señal de la cruz, se defiende el piadoso. Con este mismo signo se vence al enemigo."
Y en verdad, la constante amenaza de las hachas vikingas sólo acabó definitivamente en el momento en que Escandinavia fue cristianizada en el s. XII. A cambio en Galicia parece que dejaron como regalo los modelos de sus barcos.



Para saber más (y mejor):
Catoira: http://www.catoira.net/catoira/inistcac.htm
Padrón: http://sdecurrinho.iespana.es/paxinas/padron.htm



Música relacionada, para escuchar después:
"Tina vieri", de Hedningarna (Los paganos); es un grupo musical sueco que ha recuperado letras e instrumentos tradicionales de la cultura nórdica. Podéis escuchar la canción que más me gusta de su album Trä:

22 de mayo de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 9.

(...sigue...)
Durante la misa de media noche en la Basílica Mayor, no sólo la preocupante situación del Reino sobrecogía el ánimo del Obispo Oppas. Otros asuntos políticos que podían afectarle de manera más directa inquietaban su sueño desde que Róderic, sentara sus reales en el trono de Toleto. Mientras fue Dux de la Bética, a la sombra del Rey Witiza, había mantenido la paz y el orden con una hábil combinación de imparcialidad y mano dura, eludiendo siempre los asuntos confesionales. Ahora, vendida su alma al diablo trinitario, Roma había comprado su espada y le había dado a cambio la Corona, apartando así a los hijos de Witiza, sus sobrinos menores de edad, de la sucesión. Y a los Obispos que todavía eran arrianos, del poder. ¿Tendrían que volver a entrar las ovejas en el redil, como dijo el apóstata Recaredo[1]?, se preguntaba Oppas, indignado, mientras enumeraba mentalmente lo que había leído y releído en las Actas de aquel Concilio infame en que muchos godos abjuraron públicamente de su fe:

“Todo el que persista en conservar la fe y comunión arriana o no la rechace de todo corazón, sea anatema.
Todo el que negare que el Hijo de Dios y Señor nuestro, Jesucristo, es eterno y consustancial al Padre y engendrado de la paterna sustancia sin principio, sea anatema.
Todo el que no hace distinción de personas entre Padre, Hijo y Espíritu Santo o, por el contrario, no reconoce unidad de sustancia en Dios, sea anatema.
Quien aseverare que el Hijo y el Espíritu Santo son inferiores en grados de divinidad al Padre o que son criaturas, sea anatema.
Quien no creyere que el Espíritu Santo es Dios verdadero y omnipotente como el Padre y el Hijo, sea anatema.
Todo el que no dijere: ‘Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo’, sea anatema.
Sean, pues, condenadas en el cielo y en la tierra todas las cosas que la Iglesia romana condena y sean admitidas en la tierra y en el cielo todas las que ella admite; reinando nuestro Señor Jesucristo, a quien con el Padre y el Espíritu Santo sea dada honra y gloria por todos los siglos de los siglos. Amén.”


-¡Anatema! -murmuraba entre dientes, sentado en su escaño al lado del altar, mientras los sacerdotes que le auxiliaban en la misa entonaban los cánticos, de espaldas a los fieles y separados de estos por un cancel.
Su respiración se agitaba y su cuerpo se estremecía al recordar que Recaredo había ultrajado además a los arrianos[2] expulsándoles del Templo de Corduba[3], convirtiéndolo en la Iglesia católica de San Vicente y poniendo a su Obispo bajo la obediencia romana. El anterior Rey, sin embargo, había ido revirtiendo durante su reinado todas esas situaciones para él injustas, colocando a hombres de su entera confianza en puestos clave, tanto de la administración estatal como de la eclesiástica. Witiza convocó además un último Concilio en Toleto, el XVIII, que había vuelto a poner las cosas más cerca de su justo lugar.
Al ser ungido Róderic, Oppas había presentido que todo a su alrededor se vendría abajo si no actuaba rápidamente para detener la mano de sus oponentes: su posición privilegiada con todos los peligros para él y para su familia que esto podría conllevar, incluso su pública relación conyugal podrían terminar si, como se rumoreaba, el Rey convocaba finalmente un nuevo Concilio para anular el anterior.

[1] Rey entre 586 y 601, que se convirtió al catolicismo, abjurando de la religión arriana.
[2] Los arrianos eran miembros de una secta cristiana unitaria, que creían en un Dios único y no en la Trinidad. Fueron considerados heréticos por la Iglesia Católica de Roma. El arrianismo fue la religión oficial de los visigodos hasta la abjuración de Recaredo.
[3] Se refiere a la Iglesia que con posterioridad, en el siglo IX, sería convertida en la Mezquita de Córdoba.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

18 de mayo de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 8.

(...sigue...)
En Ispali, el primer domingo después de la luna llena del equinoccio era el día de las Procesiones de la Primavera, que formaban parte de la celebración de la Pascua. Las cofradías de oficios recorrían las calles principales, trazando un circuito procesional, tan antiguo como la urbe misma. Primero fueron celebraciones paganas, pero la Iglesia las había ido sacralizando, ocultando o prohibiendo directamente las manifestaciones originales. Donde antes se ofrendaban los frutos de la tierra y se celebraba la fertilidad de los campos y las bestias, ahora se paseaban en andas imágenes piadosas de vírgenes y mártires, talladas en madera, llevando a sus pies cestos repletos con los primeros frutos recolectados. O arcas primorosamente adornadas conteniendo reliquias. Algunas, muy pesadas, eran portadas en carros tirados por bueyes, adornados para la ocasión con flores, ramas de olivo y hojas de palma. Muchas de estas procesiones comenzaban a la caída de la tarde, saliendo de las propias iglesias y ya no de las sedes de los “collegia”[1] gremiales y se prolongaban durante la noche, para disuadir a los feligreses de acudir a banquetes orgiásticos. La comitiva que culminaba los desfiles, la más importante, empezaba y terminaba su recorrido en la Basílica Principal. Iba encabezada por el Obispo, flanqueado por las principales autoridades, el Comes Civitatis[2] y sus Vicarios, a los que seguían el resto de magistrados municipales, todos ellos importantes patronos tanto de origen godo como hispanorromano, residentes en la ciudad. En la cabeza de la procesión la situación era tensa, ya que el Comes, investido recientemente por el Aula Regia desde Toleto, no era ni mucho menos del agrado del Prelado ni de sus partidarios en Ispali.Como era costumbre, todo el camino transcurría en silencio, un silencio a ratos sobrecogedor y misterioso, en cierto modo angustioso. Sólo en algunos tramos, cuando la procesión se detenía, los cofrades hacían retumbar con fuerza sus tambores. Los ciudadanos veían pasar la grave comitiva, desde las puertas de sus casas o encaramados a los terrados de los edificios. Algunos, aquellos que querían invocar para sí una protección especial, se arrodillaban en los zaguanes, al paso de las figuraciones que desfilaban a la luz de las antorchas proyectando sombras fantasmagóricas en las paredes y en el suelo de las calles. Al final del trayecto, que se prolongaba hasta la medianoche, se arribaba a la Plaza del Foro, en medio de la cual se había colocado una pira alrededor del tronco de un gran árbol, que era prendida con las antorchas, mientras los tambores atronaban por última vez. Finalmente, la comitiva entraba en la Basílica Mayor, para la misa nocturna, que con todo el boato oficiaría el Obispo, ayudado por los Diáconos y Presbíteros de su Diócesis. La multitud que no cabía en la misma seguía la celebración litúrgica desde el exterior, situándose ordenadamente al pie de la escalinata del pórtico, para lo cual se dejaban abiertas las grandes puertas de madera remachadas en bronce. El fulgor de la enorme hoguera penetraba por los arcos de herradura gemelos de las mismas, llenando de luz la nave central y el altar. El crepitar de los troncos y el olor acre a madera quemada hacían de contrapunto al latín de los oficios y de los cánticos.

[1] Los collegia eran asociaciones profesionales de época romana, corporativas y a su vez de marcado carácter religioso. Son en cierto modo los antecesores de los gremios medievales.
[2] El Comes Civitates era un funcionario encargado de diversas funciones jurídicas, administrativas y policiales en el ámbito de la civitas (la ciudad y su territorio colindante). Estaba supeditado al Dux Provinciae, gobernador militar de la provincia. De estas figuras derivarán los títulos de Conde y Duque en la Edad Media.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

13 de mayo de 2008

Dornas, ¿los drakkars gallegos?

Foto 1: Dorna navegando a vela...¡y a estribor un drakkar!


Descubrí las dornas hace ya muchos años, cuando de pequeño tuve la oportunidad de ir de vacaciones al pueblo donde mi padre nació, tendido sobre la Península Do Barbanza en la orilla que por el norte delimita el “Mar de Arousa”. En Galicia.
Había otros tipos de embarcaciones en aquellos puertos, generalmente barcas pequeñas de pescadores. Pero enseguida noté que las dornas debían ser algo especial, por la manera en que la gente hablaba de ellas y por lo que representaba para muchos la posesión, la conservación y el mantenimiento, de aquellas reliquias que ya empezaban a ser de otro tiempo.
No me voy a meter demasiado a constructor naval ni a carpintero de ribera, sólo decir que se trata de unas embarcaciones de pesca, hoy en día generalmente de pequeño tamaño, unos 4 metros de eslora por 1,5 de manga, gobernadas mediante un amplio timón, que al tratarse de barcas de poco calado, sobrepasa la quilla haciendo las veces de orza. Antaño eran impulsadas por la fuerza del viento cuando este inflaba sus velas y alternativamente por remos.
Sin embargo la mayoría hoy, cuenta con un motor fueraborda y han perdido sus tradicionales velas. Las había más grandes y marineras que incluso eran buenas para navegar en mar abierto y existen diferencias, no solo de tamaño, sino también constructivas dependiendo de la zona y uso al que son destinadas. Mi padre de todos modos opinaba que eran más adecuadas para las aguas más resguardadas del interior de la ría y que por eso eran más abundantes en la Ría de Arosa que en otras rías gallegas más abiertas. Esto no quiere decir que mi padre siempre tuviera que tener razón.
Tiempo después descubrí, cuando ya supe de las incursiones vikingas por aquella zona, que estas embarcaciones presentan muchas similitudes constructivas y morfológicas con los drakkars de aquellos piratas y comerciantes -que una cosa no quitaba necesariamente la otra-. Me encantan estas relaciones históricas y esto no hizo sino aumentar mi interés y mi respeto por estas barcas.
Todo y que se barajan muchas teorías y estudios sobre su ciertamente, incierto y heterogéneo origen, pudiera ser que fueran copiadas tomando como modelo principal embarcaciones nórdicas, quizás capturadas durante las incursiones que se sucedieron en aquellas costas a partir del año 844 d.C. y hasta bien entrado el siglo s. XII.
De todos modos, no sería ni mucho menos la primera vez que los paisanos veían barcos, ni serían precisamente unos legos en materia de navegación y construcción naval, como bien se sabe por la larga tradición de embarcaciones no sólo de madera, sino también de cuero y otros materiales, en el Mar Céltico delimitado por las costas de Irlanda, Bretaña y Galicia. Por eso mismo, sin duda, los gallegos no desaprovecharían la oportunidad que les ofrecía ver y estudiar aquellas eficaces naves vikingas para perfeccionar las que ya tenían. Y no siempre en un contexto de enfrentamiento, ya que las costas del Finisterre gallego formaban parte desde muy antiguo de la denominada Ruta del Oeste que surcaban aquellos navegantes escandinavos desde el Mar del Norte, a través del Canal de la Mancha, bordeando las costas atlánticas de la Península Ibérica hasta encontrar la entrada al Mediterráneo por el Estrecho de Gibraltar. Aunque generalmente por aquellos años, hacia el oeste, era greña lo que los vikingos venían buscando.
Siempre que tengo la oportunidad de ver una dorna en seco en una playa o en un muelle, no puedo evitar agacharme frente a su proa y con aquella perspectiva mirando su perfil, intento encarar el pasado. Y entrecerrando los ojos, ver si puedo imaginar en ella la pequeña hija de un verdadero drakkar.


Foto 2: Dorna en el puerto de Palmeira.




















Para saber más (y mejor):
*As dornas no marisqueo e na pesca artesanal na Arousa Norte: http://www.pescagalicia.com/gal/Recursos/textos/pagina.asp?Ref=asDORNAS.pdf

*Staffan Mörling o sueco de Beluso que dignificou os barcos dos pobres: http://www.culturamaritima.org/files/ardentia3/ardentia3-FdezRei2.pdf

*Dornas versus drakkars:
http://nautijorge.blogspot.com/2007/07/dornas-versus-drakkars.html

*Los vikingos y sus barcos:
http://historicamente.wordpress.com/2008/04/18/los-vikingos-y-sus-barcos/

*Dorna:
http://gl.wikipedia.org/wiki/Dorna

*La dorna:
http://www.americaendorna.com/la_dorna/dorna.htm

* Incursiones vikingas en la Península Ibérica:
http://www.uam.es/personal_pdi/filoyletras/afuen/trabajos/trabajos_generales/incursiones_vikingas_pi.pdf

Música relacionada, para escuchar después:
"A dorna vai e ven" de Amancio Prada, el más auténtico cantautor en lengua gallega y también en castellano. Lleno de lirismo y emocionante en directo.
Si no, del que quizás sea su mejor disco, "Trovadores, místicos y románticos" la que mejor queda aquí es "En Lisboa sobre lo mar", cuyo autor es el trovador medieval portugués del s. XIII Joâo Zorro, autor de poemas de ambiente marinero.

11 de mayo de 2008

LAS CRÓNICAS DE UN ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 7.

CAPITULO III. Ispali, una luna antes.

Las piedras de los teatros y los antiguos templos hacía ya mucho tiempo que se habían convertido en murallas en Ispali. En sus solares en ruinas tan solo vivían los gatos. Y las ratas. En algunos de aquellos grandes edificios por tiempo abandonados, se habían vuelto a instalar familias de campesinos huidas del hambre que asolaba las comarcas cercanas. Las cosechas en el año anterior, en 710, habían sido malas, pues apenas había llovido. El pasado invierno, en cambio, había sido muy frío. Las abundantes lluvias amenazaban con prolongarse en la incipiente primavera, pudriendo en el suelo encharcado las raíces de los cereales. Acechaba el temor en toda la vega del Betis[1] a que las heladas quemaran los frutos aún no granados, en los árboles.
Volvía a ser lo mismo en todo el Reino, tal y como recordaban los más ancianos que sucedió en los tiempos del Rey Ervigio[2]. Las plagas azotaban Spania, las gentes se veían obligadas a abandonar sus pueblos y acudían en su desesperación a las ciudades. En Corduba e Ispali, con sus accesos fuertemente vigilados, las autoridades ya no permitían la entrada de más personas. Las calles se habían vuelto inseguras. Y sucias. Había precarios campamentos de tribulación y miseria en los arrabales.
Se esperaban los días de las Procesiones Sagradas de la Primavera. Mientras, llegaban noticias desalentadoras de algunas zonas, como el Valle del Ebro. Allí, tras una plaga de langosta, que arrasó las cosechas de trigo y escanda, se había extendido la peste. La gente moría por las aldeas y los campos sin que se diera abasto a enterrarla. Contaban que los cadáveres eran devorados como carroña por los perros asilvestrados que habían quedado sin dueño y por las alimañas. Tanta era la debilidad de la población, debido a la hambruna, que las bestias, antaño temerosas del hombre, atacaban a las personas en los caminos, incluso en los mismos poblados. Muchos se habían echado a merodear, tal como lobos humanos, y viajar, llevando mercancías por las vías y las antiguas calzadas romanas, era una peligrosa tarea a la que los comerciantes no estaban dispuestos a exponerse.
Incluso la apartada y lluviosa Gallecia[3], el antaño Reino Suevo, sufría de una prolongada sequía, que había acabado por hundir al país en la anarquía y había provocado saqueos y desórdenes que habían motivado el envío de refuerzos armados para sofocarlos.

[1] Betis fue el nombre, de probable origen celta, con que los romanos conocieron al Guadalquivir.
[2] Ervigio, rey visigodo entre 680 y 687. Durante su reinado tuvo lugar una época convulsa, posiblemente a causa de una crisis climática, que provocó hambres generalizadas y peste.
[3] Gallecia abarcaba aproximadamente algo más de la actual Galicia y el Norte de Portugal hasta el río Duero. Tras el periodo romano, fue un Reino independiente durante ciento setenta años de dominio de los suevos, germanos como los godos, hasta que finalmente fue absorbido por el Reino Visigodo hacia 585 d.C.

(continuará...)

*Si lo deseas, puedes leer por orden de aparición las partes anteriores publicadas de la novela, seleccionando "Las crónicas de un asunto casi olvidado" bajo el epígrafe TEMAS TRATADOS de la barra lateral izquierda.

7 de mayo de 2008

La Guerra de la Independencia contada de primera mano: La batalla de Santa Coloma.

Corría el año 1808 cuando la ciudad de Barcelona fue ocupada, sin apenas resistencia, por las tropas francesas. Su arma principal, con la que consiguieron anular cualquier intento de resistencia, fue ni más ni menos que una orden del propio Rey Carlos IV –de España-.
Para comprender este hecho, conviene explicar que como aliados, en virtud del Tratado de Fointanebleau firmado el año anterior, estas penetraron para apoyar a las tropas españolas en una nueva invasión de Portugal –a la sazón aliada de Gran Bretaña-.
Por ello existía la obligación de facilitar su tránsito hacia el país vecino y de prestarles apoyo logístico y manutención. Lejos de todo esto, sin embargo, se quedaron, tomando paulatinamente el control de las principales plazas españolas, relevando asimismo al Monarca español de sus, digamos, responsabilidades. Las cuales, cabe decir que no demostraba tener en absoluto.
Cuesta trabajo hasta explicarlo. Pero es que no creo que históricamente se haya dado nunca ningún caso similar de entrega de un Reino completo y su Imperio en manos de una potencia exterior, así, como por las buenas, ¡por parte de su propio Rey! Así no es de extrañar que durante unos meses y dada la situación, hasta que se produjo el levantamiento del 2 de mayo en Madrid, la sorprendida y estupefacta población no reaccionara en contra de lo que todos pensaban, sin lugar a dudas, era una invasión en toda regla.
El ejército, como institución armada, tampoco opuso gran resistencia, incluso algunas unidades se acabarían viendo en la paradójica situación de servir en la “Grande Armée” del Emperador francés, en lugares tan distantes como Dinamarca o Rusia, al mismo tiempo que los franceses ocupaban y saqueaban su país.
Y al otro lado del Océano, en América, el resto del Imperio quedaba a su libre albedrío, y como un pájaro al que se le deja la puerta de la jaula abierta, ya no habría manera de volver a meterlo dentro nunca más.


Mientras, en el tranquilo pueblo de Santa Coloma de Gramanet, vecino a Barcelona, Jaume Galobardes, nuestro conocido cronista, testigo directo de los hechos, nos confirma la estupefacción de la población y nos cuenta que las tropas napoleónicas estaban formadas por gente de medio mundo napolitanos, romanos, flamencos, suizos, polacos, húngaros, alemanes y austriacos. Había tropas de ocho reyes”, que no respetaban en absoluto ni las haciendas, ni las costumbres, ni los sentimientos de la gente.
Y aunque bien dirigidos por oficiales experimentados, no solo la preparación de estas tropas, sino sobre todo su logística, dejaban mucho que desear. Por esa razón, debían alimentarse sobre el terreno, no solo eso sino que mataban, incendiaban y deshonraban”. Esta rapiña representaba una auténtica desgracia. Y como bien sabía Napoleón, un grave problema también para los que la perpetraban, porque ponía a la población ocupada en su contra, y porque sus soldados se hallaban expuestos constantemente al hambre.
Por ello, ya en 1795 Napoleón había ofrecido un premio de 12.000 francos a quien encontrara un medio de conservar los alimentos. Pero por el momento esto no estaba bien solucionado y como venía siendo tradicional todavía en todos los ejércitos en campaña se recurría al saqueo y al pillaje como socorrido medio para solucionar el aprovisionamiento.
Sin embargo, en algunos lugares, sobre todo en Cataluña, existía el Somatén.
El origen de la palabra, “so metent”, que significa algo así como hacer ruido, para avisar a los convecinos de que acudan en ayuda y socorro de uno, no puede ser más revelador.
Se trataba de milicias irregulares formadas por los vecinos de los municipios que estaban obligados a acudir con sus armas en ayuda de la justicia. Y también tenían que dejarlas en casa -y no ir con ellas a todos lados- si no había esta necesidad. Lo cual representaba una gran regulación y quitaba de la circulación estos peligrosos instrumentos cuando no eran necesarios, que gracias a Dios sería la mayor parte de los días.


Estas milicias tienen su origen en la Baja Edad Media y tal y como nos explica Jaume Galobardes en su Libro, En los pueblos empezaron a organizar los somatenes, mandándolos allí donde había alguna guarnición de franceses, o a las guerrillas, o de centinelas, o en piquetes avanzados…se fueron reuniendo partidas de 5 a 600 hombres…”. De la calma tensa se pasó al enfrentamiento abierto, con el pueblo alzado en armas contra el invasor y Si encontraban a uno –un francés-, tanto si era soldado como paisano, lo mataban. Desgraciado del hombre que hablara distinto de los de aquí, ya que, si no era catalán ni castellano, había perdido la vida”.Pronto se organizó un cordón militar formado por voluntarios y desertores del ejército Real para contener así a las tropas francesas dentro de Barcelona. Galobardes nos relata que Por los contornos de Barcelona mandaba un tal Don Francisco Milans del Bosch, que procedía de la parte de Mataró y había sido oficial de tropas de Guardias españolas”. Este se convertiría en uno de los cabecillas más destacados de la resistencia y colocó su campamento principal en las montañas de las inmediaciones de Santa Coloma.
Las tropas regulares francesas eran superiores en batalla campal, pero estos partisanos hostigaban a los franceses, sometiéndoles a un tipo de guerra al que no estaban acostumbrados. Los voluntarios del somatén procedían de las poblaciones cercanas, eran crueles y conocían palmo a palmo el terreno. Cuando les convenía se retiraban a su casa. Los franceses, por su parte, hacían salidas puntuales desde Barcelona, enfrentándose contra estas unidades de guerrilleros.


A causa de esto, diversos hechos de armas de esta primera fase de la contienda tuvieron lugar en la pequeña población, contando incluso con la participación del propio alcalde a la cabeza de los lugareños.
De entre los diversos altercados cabe destacar la conocida como “Batalla de Santa Coloma el 22 de septiembre de 1808, cuando las tropas francesas que salieron para tomar la parte alta del pueblo, con la intención de apresar a Milans, fueron rechazadas por los guerrilleros y posteriormente vencidas en su propio campamento junto al río Besós. Sin embargo, los franceses se tomarían cumplida revancha un mes después, cuando lograron tomar el campamento de Milans del Bosch, haciendo muchos prisioneros, y en su retirada, escribe Galobardes quemaron unas 16 casas…Derramaron mucho vino….Robaron. Ese día no hubo más que desgracias y tribulaciones para la gente de este pueblo. Dios no permita que se repita nunca más, aunque ahora ocurren cosas parecidas y peores. ¡Fue un tiempo de grandes sufrimientos!”.Es bueno saberlo. Y recordarlo.


TAMBIEN EN ESTE BLOG:
*¿Por qué los súbditos no obedecieron a su Rey? Según “El libro” de Jaume Galobardes.
http://historia-por.blogspot.com/search/label/Santa%20Coloma%20de%20Gramanet

*El “Libro” de Jaume Galobardes, el Doctor Vilaseca y los historiadores encadenados de Sta. Coloma de Gramanet.


PARA SABER MÁS Y MEJOR:
*Joan Vilaseca i Segalés: Historia de Sta. Coloma de Gramenet durante el siglo XIX.
*El Llibre de Jaume Galobardes (1776-1863).
*El somatén en la Cataluña medieval:
http://www.durango-udala.net/portal/RecursosWeb/FTP/KHZ/clio3aldizkaria/flocel(12).pdf

1 de mayo de 2008

LAS CRÓNICAS DE UNA ASUNTO CASI OLVIDADO. Parte 6.

(...sigue...)
Precisamente un par de meses antes, Róderic, el nuevo Rey, que había sido impuesto en la capital tras una larga elección y con el interesado respaldo de la Iglesia Romana para sentarle en el trono, le había ordenado acudir a apoyarle con su caballería para frenar una nueva incursión de los siempre inquietos vascones. Seguramente, pensaba también en reemplazarle en Tingitania y apartarle de sus tropas, para luego... Táric era un Dux experimentado y no pasó por su mente, ni por un momento, obedecer. Eso podría significar poner su pescuezo bajo el filo del hacha del verdugo. Sus lealtades eran bien otras y conocía como estaba pagando el nuevo monarca, apoyado por la Iglesia del Dios trino, a la gente que había nombrado anteriormente Witiza. Táric y sus soldados godos eran arrianos juramentados que ejercían su credo con libertad en aquella alejada región sin ser realmente molestados. No pensaba en modo alguno exponerse y quedar desprotegido, entregándose en manos de un Rey al que no reconocía y al que consideraba un usurpador. Despidió al primer mensajero, un romano[1] que se conducía orgulloso vestido con carísimas túnicas de seda púrpura a la manera bizantina, asegurándole que así lo haría, que acudiría a las órdenes del Rey en cuanto pudiera reclutar tropas para la campaña. Pero finalmente Róderic acuciado por el nuevo peligro que desbordaba ya los valles cantábricos, tendría que partir de Toleto[2] sin él.
Táric pensó para sí mismo, cínicamente, en aquella playa, viendo ya asomar algunas velas por el horizonte, que él era un hombre que siempre cumplía su palabra y eso bien lo iba a saber Róderic: si dijo que acudiría así lo haría. Por eso, el segundo legado que el Rey le envió para conminarle a partir, ni siquiera tuvo la oportunidad de mostrarse arrogante en su presencia y fue degollado inclementemente por sus guardias, junto con su reducida escolta, en el mismo patio de armas de su residencia, antes de tan siquiera ser recibido. ¡Si algo despreciaba de verdad en este mundo era a esos cortesanos meapilas! Acto seguido, ordenó encerrar en una mazmorra al Obispo católico de Tingis cargándolo de cadenas y llamó a sus lugartenientes para iniciar todos los preparativos para por fin golpear con puño de hierro a los herejes enemigos de su religión.
Había llegado a sus manos la moneda y ciertamente, se dijo, no hay otro parecido a Dios y en su infinita misericordia fiaba ciegamente su destino.

[1] Se les denominaba romanos a lo ciudadanos hispanorromanos, por oposición a los godos y a los hispanos que vivían en sociedades tribales en algunas áreas, sobre todo del norte de la Península.
[2] Toleto es el nombre latino de Toledo, última capital del Reino Visigodo.


(continuará...)

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